Título:	MELANCOLÍA
Tit. Orig.:	MELANCHOLIA
Nacionalidad:	DINAMARCA, ALEMANIA, FRANCIA, SUECIA, 2011
Dirección:	LARS VON TRIER
Guión:	LARS VON TRIER
Fotografía:	MANUEL ALBERTO CLARO
Música	Temas de WAGNER y otros clásicos
Interpretes:	KIRSTEN DUNST, CHARLOTTE GAINSBOURG, KIEFER SUTHERLAND, CHARLOTTE RAMPLING, STELLAN SKARSGARD, UDO KIER, ALEXANDER SKARSGARD, BRADY CORBET
Censura:	NO RECOMENDADA PARA MENORES DE 7 AÑOS
Duración:	130 MINUTOS

 Por  PACO CASADO

    Hay directores que han sido capaces de cambiar el lenguaje del cine, hacerlo evolucionar y en cambio otros que lo han intentado lo único que han conseguido es epatar y enfadar al espectador con su pretendido modernismo.
 A este segundo apartado pertenece el danés Lars von Trier con su invento del Dogma que ha dañado grandemente la forma de hacer el cine actual con su constante cámara a mano, como si no se hubiera inventado el trípode o no lo conociera, que lo único que logra es marear al espectador y estropear una buena película.
 Nos interesa el Trier que nos contaba una historia en Rompiendo las olas (1996) o Bailar en la oscuridad (2000), pero no el de Los idiotas (1998) con su invento del Dogma o el provocador de Anticristo (2009).
 En Melancolía (2011) se pone catastrofista y trata de contar un relato partido en dos, tras un prólogo de siete minutos a imágenes fijas, que es lo mejor del film, con la bellísima partitura musical de Ricardo Wagner para Tristán e Isolda que aparece también en otros momentos.
 La primera parte la titula Justine, nombre de la protagonista, que acude al banquete de su boda. Lo que puede ser el día más feliz de su vida se convierte poco a poco en un enfrentamiento entre los complejos y atormentados miembros de la familia entre los que van aflorando rencillas y rencores, comenzando por su hermana Claire, que le confiesa odio a muerte, su madre que mete la pata durante la cena y el yerno la quiere echar de la casa, hasta su jefe al que insulta y se despide de la empresa o perder al marido esa noche, y termina por arruinar su boda.
 La segunda la denomina Claire, hermana de Justine, atemorizada e histérica ante el inminente choque de un planeta que se llama Melancolía contra la Tierra, a pesar de que su marido le infunde valor, mientras que Justine cae en depresión.
 Estas son escenas de un relato inconexo, mal hilvanado, con momentos absurdos, otros inanes, de una narración que salta de un instante a otro, sin control temporal de día o de noche, de sol o granizo, lluvia o nieve.
 Nada tiene sentido, todo es superficial, por muy metafórica que pretenda ser esta historia acerca del fin del mundo a la que le sobra metraje, cámara a mano, escenas gratuitas autocomplacientes de un drama intermitente y frío, tal vez sea el carácter danés en la forma de reaccionar ante determinadas circunstancias.
 Parte de culpa la tiene el indefendible guion que ha escrito el propio Trier que tampoco ha sabido corregir en la realización, que avanza de forma inconexa, dispersa, irritante y pretenciosa.
 En cambio los actores están bien y defienden sus absurdos papeles, prueba de ello el premio a Kristen Dunst en el Festival de Cannes como mejor actriz.
 No se explican las ocho nominaciones a los Premios de la Academia del cine europeo o que la crítica la haya declarado la mejor del año, con tantos defectos como tiene.

Hay directores que han sido capaces de cambiar el lenguaje del cine, hacerlo evolucionar y en cambio otros que lo han intentado lo único que han conseguido es epatar y enfadar al espectador con su pretendido modernismo.
 A este segundo apartado pertenece el danés Lars von Trier con su invento del Dogma que ha dañado grandemente la forma de hacer el cine actual con su constante cámara a mano, como si no se hubiera inventado el trípode o no lo conociera, que lo único que logra es marear al espectador y estropear una buena película.
 Nos interesa el Trier que nos contaba una historia en "Rompiendo las olas" (1996) o B"ailar en la oscuridad" (2000), pero no el de "Los idiotas" (1998) con su invento del Dogma o el provocador de "Anticristo" (2009).
 En "Melancolía" (2011) se pone catastrofista y trata de contar un relato partido en dos, tras un prólogo de siete minutos a imágenes fijas, que es lo mejor del film, con la bellísima partitura musical de Ricardo Wagner para "Tristán e Isolda" que aparece también en otros momentos.
 La primera parte la titula Justine, nombre de la protagonista, que acude al banquete de su boda. Lo que puede ser el día más feliz de su vida se convierte poco a poco en un enfrentamiento entre los complejos y atormentados miembros de la familia entre los que van aflorando rencillas y rencores, comenzando por su hermana Claire, que le confiesa odio a muerte, su madre que mete la pata durante la cena y el yerno la quiere echar de la casa, hasta su jefe al que insulta y se despide de la empresa o perder al marido esa noche, y termina por arruinar su boda.
 La segunda la denomina Claire, hermana de Justine, atemorizada e histérica ante el inminente choque de un planeta que se llama Melancolía contra la Tierra, a pesar de que su marido le infunde valor, mientras que Justine cae en depresión.
 Estas son escenas de un relato inconexo, mal hilvanado, con momentos absurdos, otros inanes, de una narración que salta de un instante a otro, sin control temporal de día o de noche, de sol o granizo, lluvia o nieve.
 Nada tiene sentido, todo es superficial, por muy metafórica que pretenda ser esta historia acerca del fin del mundo a la que le sobra metraje, cámara a mano, escenas gratuitas autocomplacientes de un drama intermitente y frío, tal vez sea el carácter danés en la forma de reaccionar ante determinadas circunstancias.
 Parte de culpa la tiene el indefendible guion que ha escrito el propio Trier que tampoco ha sabido corregir en la realización, que avanza de forma inconexa, dispersa, irritante y pretenciosa.
 En cambio los actores están bien y defienden sus absurdos papeles, prueba de ello el premio a Kristen Dunst en el Festival de Cannes como mejor actriz.
 No se explican las ocho nominaciones a los Premios de la Academia del cine europeo o que la crítica la haya declarado la mejor del año, con tantos defectos como tiene.