CANÍBAL

Título:	CANÍBAL
Tit. Orig.:	CANÍBAL
Nacionalidad:	ESPAÑA, FRANCIA, RUSIA, RUMANÍA, 2013
Dirección:	MANUEL MARTÍN CUENCA
Guión:	MANUEL MARTÍN CUENCA, ALEJANDRO HERNÁNDEZ. Inspirados en la novela escrita por HUMBERTO ARENAL
Fotografía:	PAU ESTEVE BIRBA
Música	*Varios*
Interpretes:	ANTONIO DE LA TORRE, OLIMPIA MELINTE, MARÍA ALFONSO ROSSO, JOAQUÍN NÚÑEZ, GREGORY BROSSARD, DELPHINE TEMPELS, MANOLO SOLO
Censura:	NO RECOMENDADA PARA MENORES DE 16 AÑOS
Duración:	115 MINUTOS

Por PACO CASADO

       Tras ser aplaudida en su estreno mundial en el Festival de cine de Toronto, figurar entre las preseleccionadas por la Academia para que le representara en los Oscar de habla no inglesa, en los galardones Ariel del cine mexicano y obtener el Premio a la mejor fotografía en el Festival de San Sebastián 2013 donde compitió en la sección oficial, por fin tenemos ocasión de ver 'Caníbal', la última película, por el momento, del director almeriense Manuel Martín Cuenca.
Una vez más basa su argumento en una novela, como ocurría en el largometraje de su debut 'La flaqueza del bolchevique' (2002) que se apoyaba en la de Lorenzo Silva, aunque en esta ocasión está ligeramente inspirada en la del autor cubano Humberto Arenal cuya acción traslada desde la isla del escritor a la Granada y alrededores en la que Cuenca vivió en su juventud, que bien conoce, amén de muchos cambios más del texto original.
Su segundo film 'Malas temporadas' (2005) era un guion original y ahí comienza su colaboración con el guionista cubano Alejandro Hernández, con quien también escribiría 'La mitad de Oscar' (2010) y que continúa con 'Caníbal' (2013).
En éste su cuarto título nos presenta una apasionante historia de amor y muerte cuyo protagonista es Carlos, uno de los sastres más prestigiosos de la ciudad, que tiene una doble personalidad, ya que es un ser respetable pero en el fondo es un asesino que mata a sus víctimas, siempre mujeres a las que no les une ningún vínculo emocional, que después se come, como una forma de ejercer su amor hacia ellas, ya que como le dice su madre nunca encontrarás una mujer para ti.
La vida de Carlos cambia cuando se aloja en el piso de arriba de su casa Alexandra, una rumana, que poco después desaparece y llega para buscarla Nina, una chica frágil, inocente, el reverso de la medalla de su hermana gemela, de la que Carlos se enamora y tal vez a través de ella algún día llegue a conocer lo que es el verdadero amor, compensando así su falta de afecto y expulse al criminal y al caníbal que lleva dentro.
El guion deja un final abierto y también algunas pequeñas lagunas que no acaba de explicar e insinúa una cierta redención a través del amor.
  Antonio de la Torre compone un personaje difícil, introvertido, poco hablador, no tiene sentimiento de culpa, que tiene que dar la doble personalidad del mismo y lo hace de forma eficaz, con la frialdad que lleva a cabo sus escalofriantes crímenes, con las luces y sombras de sus acciones, pero al mismo tiempo con la dulzura con que se expresa con su madre o finalmente con Nina, que le lleva a ser uno de los actores más interesante del actual cine español.
Está bien secundado por la actriz rumana Olimpia Melinte en su doble papel de Alexandra y Nina que realiza su transfiguración de manera que en un principio apenas es perceptible.
En ambos se da la doblez, en Antonio las dos personalidades, en Olimpia las dos hermanas gemelas.
  Estupenda la fotografía, justamente premiada, que saca partido tanto a los exteriores de la ciudad nazarí y alrededores como a los interiores.
En cuanto al uso de la música no hay una banda sonora expresa para el film, que se adorna con tres temas de Juan Sebastián Bach que suenan de fondo en la sastrería y las marchas procesionales.
Martín Cuenca lleva a cabo una realización pulcra, austera lenta, como corresponde a este drama de amor y suspense, manejando bien la cámara, conociendo el lenguaje fílmico, sabiendo crear ambientes, con constantes cierres en negro como si pasara página en la introvertida historia que en ningún momento hace concesiones a la galería, ni en el erotismo ni en la posible casquería que podría producir la antropofagia.