Título:	DESPERADO
Tit. Orig.:	DESPERADO
Nacionalidad:	EE.UU., 1995
Dirección:	ROBERT RODRÍGUEZ
Guión:	ROBERT RODRÍGUEZ
Fotografía:	GUILLERMO NAVARRO
Música	LOS LOBOS
Interpretes:	ANTONIO BANDERAS, SALMA HAYEK, JOAQUIM DE ALMEIDA, STEVE BUSCEMI, CHEECH MARIN, QUENTIN TARANTINO, DANNY TREJO, ABRAHAM VERDUZCO
Censura:	NO RECOMENDADA PARA MENORES DE 18 AÑOS
Duración:	100 MINUTOS

 Por  PACO CASADO

       El cine americano, siempre a la caza de nuevos talentos, descubrió en 1993 que Robert Rodríguez había sido capaz de hacer su película 'El Mariachi' (1992) con 7.000 dólares y además funcionaba en taquilla, por lo que la Columbia decidió ficharlo y ponerle más medios a su disposición para hacer una secuela o segunda parte de aquella historia, en la que el protagonista, músico de profesión, decide vengarse de Bucho que había matado a su novia.
 Siempre hemos dicho que la falta de medios agudiza el ingenio y el primer film es la mejor demostración, pero cuando ya dispone de abundantes recursos Robert Rodríguez parece que se apoltrona, se acostumbra a lo cómodo, a casi repetir paso por paso su anterior film a pesar de que se trata de una continuación y no de un remake.
 En este sentido no es más que un western a la italiana de los que hace bastantes años hacía Sergio Leone, por lo que no se puede decir que sea original, sino más bien una historia convencional, rodada a ritmo vertiginoso en la que el protagonista sale indemne en la mayoría de las ocasiones a pesar de las miles de balas que disparan contra él y cuando alguna le alcanza sana milagrosamente a la siguiente secuencia.
 La cinta ya ha tenido su polémica y ha sido prohibida en Suecia por su excesiva y gratuita violencia, lo cual le servirá de propaganda.
 Rodríguez aprovecha el boom del lanzamiento del hispano Antonio Banderas para situarlo como dinámico protagonista junto a la guapísima Salma Hayek y breves apariciones de Steve Buscemi y Quentin Tarantino.
 A pesar de los medios habría que decir en este caso que nunca la segunda parte fue mejor que la primera.
 Participó en el Festival de Estocolmo 1995.

 Producida por Carlos Reygada, Carlos Serrano Azcona, Jaime Rosales y Jaime Romandía, hace su ópera prima el guionista y director madrileño Carlos Serrano Azcona, que fue ayudante de dirección de Carlos Reygada en su primer largometraje, Japón.
Antes estudió Filosofía en la Universidad Complutense y dirección en la London Film School, pero poco aprovecharía el tiempo a juzgar por los resultados de su ópera prima.
 A la vista de quienes son los productores, del estilo de cine que suelen hacer, de la ayudantía de dirección con el que aprendió, no es de extrañar que el cine que lleva a cabo en su primera película este individuo sea exactamente igual que el de sus próceres, con las mismas características, de aburrido, de sin sentido, de sin argumento y de sin idea de lo que es el lenguaje cinematográfico en su afán de innovar o de epatar, siempre con la cámara a mano y pegada a la nuca del protagonista que deambula por las discotecas y las calles de noche, de día o duerme en un banco, sin la más mínima elipsis de tiempo.
 El protagonista se ha divorciado de su mujer pero quiere ver a sus hijas, cosa que tiene prohibido por ley y a pesar de ello se empeña en hacerlo. Ha trabajado fugazmente en la discoteca de un amigo pero es expulsado a las primeras de cambio y se vuelve a quedar en la calle sin nada que hacer. Termina acercándose a ver a su abogado que le vuelve a decir que no haga nada y acaba por querer tirarse de un puente y ahí se corta la historia, si es que a eso se le puede llamar así, que está mejor contada en estas cuatro líneas que en las insoportables imágenes de esto ya que no nos atrevemos a llamarle película.
 Esta misma técnica en las cintas de Reygada es aburrida, se ve crecer la hierba, observar íntegro un amanecer o una puesta de sol, pero al menos tiene una belleza que aquí no hay por ningún lado. Y se ponga como se ponga el director y sus patrocinadores esto es anticine, anticomercial y dudamos que encuentre quien lo estrene. Pasó por el Festival de San Sebastián en una de las secciones paralelas, que es donde se ha llegado a exhibir y los pocos que la vieron salieron echando pestes.