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CRITICA
Por: PACO CASADO
Juan José Campanella ha hecho una especie de trilogía que comenzó con 'El mismo amor, la misma lluvia' (1999) en la que mostraba los problemas de un individuo ante el sistema, continuó con 'El hijo de la novia' (2001), donde ese mismo personaje tenía problemas familiares y ahora la completa con el individuo enfrentado a la comunidad en 'Luna de Avellaneda' (2004).
La historia que cuenta en esta ocasión nace a finales de los años cincuenta cuando un gallego, que es como los argentinos llaman a los españoles, funda el club Luna de Avellaneda que tiene una etapa floreciente pero que con el paso de los muchos años que lleva abierto ha ido languideciendo y los miles de socios se han convertido en unas docenas.
Las deudas, las goteras, los problemas, hacen necesaria una reforma y darle una solución.
Uno de los avispados socios propone venderlo para convertirlo en un casino, a lo que se opone la mayoría de los que quedan que, por nostalgia, desean conservarlo para que los niños puedan disfrutar de él y hacer deporte.
Campanella con sus habituales colaboradores, guionistas, fotógrafo, músico y dos actores principales, Eduardo Blanco y Ricardo Darín, éste último ganador del premio al mejor actor en la Semana de Cine de Valladolid, lleva a cabo esta película coral, mezcla de drama y comedia.
Hay muchos que quieren ver en ella un cierto paralelismo con el discurrir de la nación argentina, últimamente metida en deudas y cuya economía no marcha, cuando antaño eran floreciente.
Sigue así en la tradición del cine argentino mostrando los avatares de su país y los cimientos de su identidad como sociedad, acogiéndose a una fórmula segura que usó en sus films anteriores, que maneja con facilidad y que sabe que llega al gran público, aunque esta vez quizás resulte menos eficaz que en las anteriores, posiblemente debido a que no hacía falta tanto metraje para contar esta historia coral, lo que le hace estar descompensada en ocasiones.
El arranque es impactante, con el nacimiento del protagonista en una fiesta, para retomarlo años después convertido en el alma y vida del club que, como éste, también tiene sus problemas a nivel familiar, separado y con dos hijos, ya mayores, que quieren marcharse a vivir a España.
Campanella filma con pericia y con la base de dos actores con los que se compenetra bien a los que añadir dos actrices como Mercedes Morán y Valeria Bertucelli, que no tienen nada que envidiarles, y la guinda de José Luis López Vázquez en un breve papel.
Ganó tres Cóndor de plata de los críticos argentinos para Daniel Fanego, montaje y sonido. Premio Clarín a Eduardo Blanco. Premio Coral en La Habana al sonido. Premio del público en el festival de Oslo. Premio Turia a mejor película y del público.
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