La historia, que podía muy bien haber dado para una sana y divertida comedia, se transforma en un basurero de groserias, de gags y de situaciones d emal gusto, que convierten a los Hermanos Farrelly en los directores más bordes del cine actual. Sus chistes se burlan de los minusválidos, utilizan el sexo o sus fluidos convertidos en fijador, masturbaciones y otras groserías por el estilo.
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