No es habitual que para una ópera prima se elija un tema tan surrealista. Tras dos cortometrajes, con más de veinte premios cada uno, Javier Fesser se lanzó al largometraje. Extraña que su película no lleve el ritmo del plano corto, acostumbrado a contar las breves historias de los spots publicitarios. El guilo hila un gag tras otro, a cada cual más absurdo. El film logró ganar el Goya a los mejores efectos especiales.
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