Cada vez que salía un cantante había que hacerle su película, como ocurría con los toreros. Esta vez fue a Perte. Se toma un director baratito, actores de segunda fila, argumento ya visto, guion reformado por otro artista, un poco de color y todo el repertorio de canciones que quepa en hora y media, con alguna tontería gorda que haga gracia para que rían sus incondicionales.
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