Jacques Tati mandó construir una serie de edificios inventados por él, todos de acero y cristal para hacer una crítica a dicha arquitectura, a través de la historia de un grupo de turistas americanos que llegan al aeropuerto de Orly, mientras Mr. Hulot descubre sus ventajas. Comenzaba a flojear el talento del genial cómico francés que hacía reir sin palabras.
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