Es el tercer encuentro que se producía entre el director Roberto Rossellini y la actriz sueca afincada en el cine americano Ingrid Bergman, que permanece como una película terriblemente moderna y liberada. Una madura reflexión sobre lo que es el matrimonio. Este film es equiparable, salvando las distancias, a "Dos en la carretera", por saber llamar las cosas realmente por su nombre.
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