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EL PEQUEÑO NICOLÁS
INFORMACIÓN
Titulo original: Le Petit Nicolas. Qu'est-ce Qu'on Attend Pour Être Heureux?
Año Producción: 2022
Nacionalidad: Francia
Duración: 85 Minutos
Calificación: Autorizada para todos los públicos
Género: Animación
Director: Amandine Fredon, Benjamin Massoubre
Guión: Michel Fessler, Anne Goscinny, Benjamin Massoubre. Basados en los personajes creados por René Goscinny, Jean-Jacques Sempé
Fotografía: En Color
Música: Ludovic Bource
FECHA DE ESTRENO
España: 16 Diciembre 2022
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
DeaPlaneta


SINOPSIS

Inclinados sobre un gran folio en blanco en algún lugar entre Montmartre y Saint-Germain-des-Prés, Jean-Jacques Sempé y René Goscinny dan vida a 'El pequeño Nicolás', un niño risueño y travieso. La suya es una infancia alegre, llena de juegos, diversión, bromas, aprendizaje, complicidad, peleas y castigos. Las aventuras de Nicolás le llevan al estudio de sus creadores, donde habla con ellos de forma distendida. Sempé y Goscinny le cuentan cómo se conocieron y se hicieron amigos, y también responden a preguntas sobre su carrera, su infancia y sus ambiciones...

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Animación

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ENTREVISTA A LOS DIRECTORES...
¿Cómo surgió el proyecto?...
Amandine Fredon: Inicialmente la idea era hacer un documental con material de archivo de Jean-Jacques Sempé y René Goscinny que se iría combinando con animaciones de relatos de El pequeño Nicolás. Según fuimos avanzando, vimos que el proyecto funcionaba mejor como una película animada. No solo encajaba con el universo de los autores, sino que también nos brindaba la oportunidad de adaptar por primera vez las historias de El pequeño Nicolás al cine de animación.
Benjamin Massoubre: Detrás de esta película, que combina la biografía de los autores con relatos de El pequeño Nicolás, hay muchos años de trabajo. Yo no me uní al proyectohasta la primavera de 2020, pero la financiación y el desarrollo comenzó mucho antes. Mi primera labor fue compartida con Anne Goscinny: reescribimos algunas secuencias sobre la vida de Sempé y Goscinny para incluir el mayor número de detalles biográficos sobre los autores. En paralelo, colaboramos con Fursy Teyssier y Juliette Laurent en la dirección artística, repasando los personajes, los escenarios y la paleta de colores.

¿Cómo os habéis organizado a la hora de colaborar en la película?...
Benjamin Massoubre: Como yo vengo del mundo del montaje y el guion, me he centrado en todo el proceso de escritura, en el que he colaborado con Anne Goscinny. Asimismo, he trabajado mano a mano con Amandine para tomar decisiones sobre dirección artística y animación.
Amandine Fredon: Es importante tener en cuenta que la piedra angular de los proyectos de animación es el montaje. El proceso se planifica minuciosamente antes de empezar para dejarlo todo bien atado y que los equipos no animen escenas que puedan ser descartadas. El montaje a menudo nos permite resolver también problemas de guion, porque al verlo dibujado queda muy claro qué funciona y qué no.
Benjamin Massoubre: Por eso he trabajado estrechamente en los guiones gráficos para planificar las secuencias y crear un animatic para previsualizar la historia. Queríamos tener
un borrador de la película entera para ver cómo funcionaban los planos, voces, sonidos y la música para cuadrar la duración exacta de las escenas antes crear las versiones finales.

¿Impone contar la historia de dos personajes tan legendarios como Sempé y Goscinny?...
Benjamin Massoubre: Su libro ha pasado de generación en generación en muchísimas familias francesas. En la mía, mi abuelo se lo leyó a mi padre, mi padre me lo leyó a mí y ahora yo hago lo propio con mis hijos. Al trabajar en un proyecto con tanto peso cultural, da algo de reparo que se malinterpreten las intenciones, pero la única forma de superar la presión ha sido crear una película que transmita nuestra sinceridad y amor por El pequeño Nicolás.
Aun así, ha sido todo un reto porque queríamos honrar a estos autores y, a la vez, teníamos que alcanzar el nivel de elegancia que caracteriza el arte de Sempé y trasladar el ingenio y el humor de Goscinny a la pantalla. La clave ha estado en rendir homenaje a los autores manteniendo cierta distancia para no caer en la caricatura, la imitación o la hagiografía. Por eso hemos querido ser muy fieles a los sujetos que estábamos retratando. De ahí que hayamos utilizado entrevistas con ellos para las voces en off y para los dibujos, hemos repasado el material de archivo para observar cómo se movían.
Gracias a Anne Goscinny, también pudimos ver los dibujos y textos originales de El pequeño Nicolás. Hoy en día, en nuestro mundo tan virtual, ha sido muy especial poder tocar los documentos, rotuladores y lápices de su padre y ver la mesa en la que trabajaba. Hemos intentado transmitir esa sensación de cercanía y esa emoción a los espectadores a través de la pantalla. La relación entre el tacto, el dibujo a mano, la mecanografía, el sonido de las páginas al vuelo… Esa relación táctil con la creación tenía que ser una parte fundamental de la película.

¿Qué representan Sempé y Goscinny para los animadores profesionales?...
Amandine Fredon: Por el brillo en los ojos de los animadores y el placer y la alegría que sentían al trabajar en este proyecto, queda patente que Sempé y Goscinny son referentes en materia de estilo y dibujo. Eso nos ha dado un plus de motivación.
Benjamin Massoubre: Exacto. No hacía falta motivar al equipo porque muchos de los artistas son fans de la obra de Sempé. De hecho, el impacto del trabajo de Goscinny en el subconsciente colectivo y en el humor francés es innegable. Ha sido muy interesante poder mostrar el origen de ese sentido del humor, a través de este trotamundos que pasó parte de su infancia en Argentina y también vivió en Nueva York.

Su trayectoria personal no era muy conocida. ¿Conocíais su historia antes de empezar a trabajar en este proyecto?...
Benjamin Massoubre: Creí que era un erudito sobre el tema, pero al ponerme con el proyecto me di cuenta de que todavía me quedaba mucho por descubrir. Por ejemplo, nos enteramos de que Goscinny vivió tanto tiempo fuera de su país natal que París le parecía una ciudad muy exótica, como una especie de fantasía.
La vida de Sempé también es fascinante. Digamos que es prácticamente un milagro que viniendo de un entorno tan desfavorecido consiguiera llegar a la cima del mundo de la ilustración gracias a sus publicaciones en The New Yorker. Esa es una de las cosas que más me han conmovido de su biografía. En el fondo, aunque hemos idealizado determinados elementos, los pilares de la película se basan en su vida personal.
Dentro de esta estructura tan compleja, en la que se combina el mundo real (que habitan los autores) y la creatividad (el mundo de Nicolás), hemos logrado construir una narración coherente y emotiva. El eje de la película se centra en el destino de estos dos hombres de cuya imaginación surgió la infancia de El pequeño Nicolás.
Ellos crearon este personaje tan divertido, risueño y cariñoso para hacer frente a los dramas que ambos sufrieron de niños: el holocausto en el caso de Goscinny y la violencia de su padrastro en el de Sempé. La película es una historia de resiliencia y narra el origen de su amistad.
Amandine Fredon: No hay que olvidar que nos pilló en plena pandemia de la Covid y creo que ese contexto también influyó en que quisiéramos crear una película buenrollista.
Nos parecía importante mostrar que antes de ser personajes mundialmente conocidos, los artistas lucharon por darse a conocer y no tiraron la toalla. Su éxito es fruto de toda una vida de esfuerzo. Conscientemente decidieron ser optimistas a pesar de las dificultades y de ver el lado bueno de las cosas. El pequeño Nicolás y su sentido del humor surgen como una reacción positiva a esos traumas. La película transmite ese mensaje de esperanza.

¿Habéis tenido que trabajar mucho el estilo visual o vino solo?...
Benjamin Massoubre: La película nos sumerge en dos mundos muy distintos: el de los autores y el de El pequeño Nicolás. Al retratar este último nos mantuvimos fieles a las ilustraciones de los libros originales, tanto en cuanto al trazo como a los fondos difuminados. Con todo, hemos enfocado la dirección artística desde dos puntos de vista: una basada en las ilustraciones de los libros de El pequeño Nicolás y la otra en las ilustraciones de Sempé para The New Yorker y demás publicaciones, que son más coloristas y están más trabajadas.
Dicho eso, es prácticamente imposible imitar su estilo porque nunca dibuja exactamente igual a El pequeño Nicolás. En los proyectos de animación normalmente se trabaja con un mismo personaje que es siempre idéntico y siempre reconocible. Por otra parte, la poesía de sus diseños reside en su formato vertical y en cine estamos obligados a trabajar en horizontal.
Amandine Fredon: Sabíamos lo importante que era acertar con el estilo gráfico y por eso fuimos enseñándole los dibujos a Jean-Jacques Sempé para que los aprobara. Estaba mayor, pero eso no le impidió participar en las primeras pruebas de animación. Le fuimos enviando dibujos de forma regular durante la producción. Nos dió para varias anécdotas y situaciones graciosas en la que añadía su firma o nos mandaba comentarios sobre reproducciones de sus creaciones o al verse retratado en algunos de los dibujos. Siempre le parecía que estaba demasiado guapo o demasiado feo, pero se sentía muy orgulloso de ver que todo un equipo estaba trabajando para llevar su obra a la gran pantalla.

¿Cómo habéis logrado transmitir vuestro estilo a través de los dibujos de Sempé?...
Benjamin Massoubre: Creo que se percibe en todo el proyecto. Aun respetando la obra original, hay mucho margen para la creatividad. Por ejemplo, al igual que Sempé, nosotros también hemos optado por usar bocadillos para mostrar los pensamientos de Nicolás. Eso nos ha permitir marcar el ritmo de las escenas y le ha aportado poesía a las fantasías del personaje. Al retratar el mundo de los autores ha sido muy divertido utilizar estilos diferentes para representar cada momento histórico, como el flashback en París, cuando Sempé va pasando de un decorado a otro al estilo de la estética de las películas musicales.
Amandine Fredon: Al adaptar una obra hay que crear muchas cosas de cero y desarrollar procesos propios de la animación sin perder de vista la obra inicial. En este caso, hemos tenido que inventar colores, crear las siluetas de los autores y recrear los lugares y las épocas en las que vivieron, desde la Argentina en la década de 1920 hasta el París ocupado de los años cuarenta. La película también repasa la historia colectiva del pueblo francés. No queríamos limitarnos al despacho de Goscinny y el estudio de Sempé porque necesitábamos mostrar que su inspiración y su creatividad surgió durante sus viajes. Para ello tuvimos que crear diferentes entornos que permitieran al público vivir todo un abanico de emociones. Los equipos de animación, dirigidos por Juliette Laurent, han dado con la sensibilidad y el equilibrio perfectos para dar vida a los personajes.
Benjamin Massoubre: Tomamos el mismo camino para representar sus intereses y su personalidad. Por ejemplo, queríamos que los espectadores vieran a Sempé cantar y bailar o ir a conciertos, porque la música es una parte fundamental de su vida. Habla de música en casi todas sus entrevistas, con lo que era indispensable transmitir esa pasión. En el caso de Goscinny, nos centramos en su amor por viajar: era mucho más cosmopolita de lo que parecía y su visión de la sociedad francesa no era en absoluto conservadora porque sentía un gran respeto por lo diferente. Ahora que parece que se analizan obras de otras épocas en busca de desaciertos de los autores, he de decir que en la producción de Goscinny hay poco que objetar. Hay menos meteduras de pata que en la de Hergé y otros autores. Y cuando la nueva ola del cómic francés empezó a meterle caña después de mayo de 68, René plantó cara y se negó a que le retrataran como un francés carca. Creo que Anne Goscinny ha querido alejarle de ese cliché.
Amandine Fredon: Al hablar con Anne fuimos descubriendo que su padre había sido muy innovador, dado que viajó a Estados Unidos para trabajar con guionistas que acabaron siendo muy famosos justo cuando empezaban a despegar los cómics estadounidenses. Inventó la carrera de guionista de novelas gráficas, puesto que antes no existía (los dibujantes escribían sus propias historias). Fue director de la revista Pilote y fue uno de los primeros en crear un estudio de animación en Francia (Idéfix) con la intención de producir y adaptar esos cómics para la gran pantalla.

¿Os habéis esforzado por distanciar la película, tanto visualmente como por el tono, de las adaptaciones anteriores que se han llevado al cine y a televisión?...
Benjamin Massoubre: Esas adaptaciones no nos han servido de referencia. Hemos querido ser fieles al universo visual de Sempé y respetar el estilo de relato corto y los textos de Goscinny. Es decir, no queríamos que se alargasen los cuentos.
Nuestro objetivo ha sido siempre respetar la obra original de los autores.

De ahí que hayáis decidido «pasar» imágenes como si fueran páginas de un libro...
Amandine Fredon: Queríamos que el público sintiera que se sumergía en un libro, para darles a los espectadores la oportunidad de redescubrir la magia de los relatos de El pequeño Nicolás. Una de las complicaciones ha sido que los dibujos originales son en blanco y negro, por eso hemos tenido que imaginar una paleta de acuarelas que captara ese lado nostálgico y poético, siempre manteniéndonos fieles a la obra original. Nuestro director artístico, Fursy Teyssier, nos propuso soluciones maravillosas para conseguir darle a las imágenes ese efecto de estar dibujadas sobre papel, crear apariciones muy sutiles de zonas de color y hacer que los personajes desaparezcan del borde del plano de una forma muy natural.
Benjamin Massoubre: Efectivamente, además de los dos enfoques para la dirección artística que comentamos antes, hemos querido emplear gramáticas cinematográficas bien diferenciadas para distinguir los diferentes espacios. Al final, la parte de los autores es más clásica, con una imagen bien definida, a todo color, con travelings, primeros planos, etc. Por el contrario, en la parte de El pequeño Nicolás nos hemos limitado a planos más abiertos que se corresponden a la sensación de estar mirando un libro, con acuarelas «inacabadas» y una textura similar al papel que recuerda a las ilustraciones de Jean-Jacques. De esta forma podemos pasar de la realidad de la película (las vidas de los autores) al mundo imaginario (la vida de El pequeño Nicolás).
Amandine Fredon: Para ello hemos trabajado con dos técnicas muy diferentes y dos estilos de puesta en escena. No podíamos hacer primeros planos de El pequeño Nicolás, por ejemplo. En el libro a menudo se le ve muy pequeño, perdido en medio de un fondo enorme, y alejarnos de ese estilo hubiera implicado perder la poesía de esas imágenes. Si se llama
El pequeño Nicolás será por algo. El tamaño es su característica principal.
Lo mismo ocurre con sus amigos: al verlos todos juntos, se percibe una multitud de chavales en un espacio grande donde el vacío tiene tanto peso como el resto de elementos.

¿Por qué era tan importante que El pequeño Nicolás fuera el narrador?...
Benjamin Massoubre: Para ser fieles a los textos originales y contar la historia a través de los ojos de un niño. Pero por encima de todo, para no alejarnos del espíritu de René Goscinny. Sus palabras son el vínculo que mantiene unidos estos dos universos.
Amandine Fredon: En algunas escenas El pequeño Nicolás se escapa de la imaginación de los autores y aparece en su escritorio para hablar con ellos o para cuestionar algo.
Eso lo hemos hecho porque nos parecía importante que el personaje no fuera pasivo, queríamos que fuera evolucionando a medida que avanza la película.
Benjamin Massoubre: Al volver a leer los relatos nos dimos cuenta de que Nicolás está muy presente porque, aunque es el narrador, al final acaba siendo un espectador de los acontecimientos. Para que fuera proactivo, tuvimos que darle una personalidad y un alma, la de un niño alegre y curioso.

¿Cuál ha sido el mayor reto de este proyecto?...
Benjamin Massoubre: La mayor complicación ha sido dar con el ritmo correcto para conectar con el público a través de una historia que no tiene una estructura narrativa clásica. La película avanza por secuencias y está construida un poco como una comedia musical, con canciones y escenas de baile. De hecho, una de las referencias fue Un americano en París. También ha sido complejo unir las dos narrativas y darle coherencia a las escenas para generar emociones. Asimismo, ha sido todo un reto darle color al mundo de
El pequeño Nicolás más allá del toque de rojo que Sempé imprimió en su jersey. Empezamos con tonos sepias, con un aire muy de los años 50, pero nos parecía que se quedaba corto, así que acabamos tirando de colores más vivos, más infantiles.
Amandine Fredon: No ha sido sencillo intercalar las escenas de la vida de los autores con los ocho relatos de El pequeño Nicolás y mantener una estructura lógica. Para conseguirlo hemos tenido que utilizar un montón de trucos para crear transiciones fluidas y lógicas.
Otro reto ha sido dar con un estilo visual para los personajes de Goscinny y Sempé que encajara con el trazo característico de Sempé. Sus dibujos parecen muy sencillos, pero al intentar imitarlos nos hemos dado cuenta de la dificultad que entrañan. Sus trazos son puros y estilizados y dibuja solo lo esencial. Para conseguir el mismo resultado tuvimos que dibujar el fondo y después difuminarlo todo. Nos ha llevado un tiempo encontrar el equilibrio entre los dibujos de Sempé, nuestra interpretación y el resultado final.

¿Cómo se le ha dado el doblaje a Laurent Laffitte y Alain Chabat?...
Benjamin Massoubre: Ya desde el principio tanto Amandine como yo queríamos contar con ellos porque nos encantan esos dos actores. Afortunadamente a ellos también les interesó el proyecto. Alain ya conocía a Anne Goscinny porque había trabajado en Astérix y Obélix: Misión Cleopatra en 2002, y descubrimos que es superfan de Goscinny. Es como los fanáticos de Star Wars: colecciona las figuritas y le apasiona cualquier cosa relacionada con el mundo de Goscinny. Como actor Alain tiene una habilidad especial para generar mucha empatía con sus personajes. Sea cual sea la calidad de la película en la que trabaja, cautiva a los espectadores porque interpreta a personajes con los que apetece pasar una hora y media.
Amandine Fredon: Tiene facilidad para transmitir las emociones de los personajes con mucha sinceridad y naturalidad. Es un gran actor que sabe llevar bien las escenas más emotivas sin exagerar los sentimientos. En este caso, transmite muy bien el humor socarrón de Goscinny.
Benjamin Massoubre: A Laurent le encanta Sempé, por lo que estaba encantado de interpretar al impasible y bohemio Jean-Jacques. Además, por raro que parezca, estos dos actores nunca habían trabajado juntos y tenían muchas ganas de encerrarse tres días en un estudio en La Provenza para grabar las voces. La verdad es que ha sido toda una suerte poder grabar juntos en esas condiciones. Ha sido como un minirrodaje: trabajábamos por el día y por la noche cenábamos todos. Ese compañerismo se siente en la película.
Amandine Fredon: No nos olvidemos del joven Simon Faliu, que se ha trabajado muchísimo la voz de El pequeño Nicolás. Nos ha impresionado mucho porque además de meterse en el personaje y transmitir las emociones, también ha tenido que narrar los textos que están escritos en un lenguaje un tanto anticuado. Insistimos en trabajar con un niño en lugar de contratar a una actriz con voz infantil, como ocurre a menudo en animación. Ha sido todo un acierto porque ese timbre, un tanto juguetón y cantarín, le da un toque muy especial al filme.

La música era muy importante para Sempé ¿Cómo la habéis integrado en la película?...
Benjamin Massoubre: Lo fuimos haciendo en diferentes fases. Durante el proceso de montaje fui metiendo versiones preliminares y quedó claro que deberíamos centrarnos en los gustos de Jean-Jacques, principalmente Michel Legrand, Paul Misraki (compositor de Qu’est-ce qu’on attend pour être heureux?), Duke Ellington y también Claude Debussy para las escenas más atmosféricas. El jazz encaja muy bien con la historia, con melodías populares de la época, con melodías potentes como las de Ray Ventura, Trenet o Montant, entre otros. Llegados a ese punto, pensé que también podíamos recurrir a Ludovic Bource, por la música que había compuesto para The Artist, y hablamos con él.
Ha sido una suerte poder contar con un artista de renombre como él.
Amandine Fredon: Su música evoca la nostalgia del Saint-Germain de los años 50 y 60 y nos sumerge en esa época, pero también aporta un toque contemporáneo y alegre.
Queríamos que hubiera ligereza y dinamismo y ha sido genial poder movernos entre estos dos estilos. Benjamin y Ludovic han trabajado mucho en la música y el resultado es increíble.

¿Qué supone ir al Festival de Cannes con una película como esta?...
Benjamin Massoubre: Si bien estamos viviendo la época dorada de la animación francesa, este género no tiene mucha presencia en el Festival de Cannes, así que fue una gran oportunidad presentarnos allí. Más allá del placer de participar en el festival, también supone un reconocimiento a dos años de trabajo incansable. No hay mejor trampolín para el filme, porque nuestro objetivo siempre fue llegar al gran público con un filme inteligente con el que todo el mundo pudiera disfrutar.
Amandine Fredon: Más allá de la alegría que supone, también es muy gratificante para el equipo porque reconoce la calidad de su trabajo y el esfuerzo que han hecho para crear esta película. El sueño de cualquier realizador es que su película llegue al gran público y gracias al Festival de Cannes, eso va a ocurrir.


ENTREVISTA A ANNE GOSCINNY...
¿Cuándo empezaste a trabajar en el proyecto?...
Creo que fue allá por 2015. El productor Aton Soumache, con quien había colaborado en la serie El pequeño Nicolás que se emitió en M6, me comentó que quería hacer una película diferente, un filme que combinase material de archivo y animación para repasar la historia de El pequeño Nicolás. Cuando me lo comentó no me quedó muy claro qué supondría ni a quién iría dirigido, porque la animación y los documentales tienen dos públicos bien distintos. Entonces me propuso involucrarme en el proyecto y escribir la sinopsis. Yo había escrito un par de novelas pero no tenía mucha experiencia en guiones, más allá de haberlos leído y editado. Es decir, había leído y editado guiones sobre los personajes de mi padre para asegurarme de que se mantenían fieles a su obra. Se podría pensar que al haber editado guiones estaría preparada para escribirlos, pero una cosa no tiene nada que ver con la otra. Afortunadamente, Aton Soumache me presentó a un guionista tan buen profesional como buena persona: Michel Fessler.
Conectamos enseguida y ambos tomamos la decisión de crear una película 100% animada. Después de darle mil vueltas, di con el concepto que sostendría la película: Sempé se preguntaría si contarle o no a Nicolás que mi padre había muerto. De ahí que decidiéramos plantear la película como un flashback, para responder a la pregunta: «¿Cómo se le dice a un personaje que su cocreador ya no puede darle vida?».
Hemos seguido el mismo proceso que Alexis Michalik en su fascinante Edmond al utilizar la biografía de los autores para justificar la existencia de nuestro filme.

¿Cómo habéis elegido los relatos de El pequeño Nicolás que aparecen en la película?...
A Michel Fessler le encantaban historias como Le Tas de Sable (El montón de arena) y L’École Buissonnière. A mí me gustan todas, pero teníamos que ser selectivos y también afrontar el problema de la falta de inclusividad en el universo de Nicolás… así que nos decantamos por dos historias con personajes femeninos protagonistas (Marie-Edwige y Louisette) ¡Queríamos llegar también al público femenino!

Este es un proyecto muy personal. ¿Te has servido del filme para difundir el legado de tu padre?...
Para trabajar en un filme que convertía a mi padre en un personaje animado tuve que separar lo profesional de lo personal. Es decir, para distanciarme y poder centrarme en el material, al escribir el guion hemos tratado a mi padre y a Sempé como personajes ficticios. Ha sido una experiencia única. Me parecía interesante recordar al público que el hombre que creó con Sempé a este icono de la cultura infantil francesa no tenía ni una gota de sangre francesa en las venas. Y que ese hombre, mi padre, también creó (con Albert Uderzo, cuyos padres eran italianos) una de las figuras más legendarias de la Francia del siglo XX: Astérix. Mi padre era ruso (por parte de madre) y polaco (por parte de padre). En mi opinión no podemos olvidar la historia, hay que repasarla constantemente para que nunca se nos olvide lo que pasó y para que no se repita.
También quería recordar a los espectadores que la familia de mi padre tuvo que llevar la estrella amarilla, que fueron deportados y asesinados en Auschwitz.
Por otra parte, la infancia de Nicolás probablemente esté basada en la vida de los primos de mi padre, que se quedaron en Europa y no tuvieron la suerte de mi padre, que pudo emigrar a Argentina en 1928.

Al repasar todos los documentos de tu padre te habrás emocionado mucho...
Siempre impresiona mucho compartir fotos con los artistas y los animadores. Las imágenes, cuando las contemplamos en soledad, producen muchas emociones, pero al compartirlas y comentarlas, cobran vida y alcanzan una especie de inmortalidad.
La memoria se mantiene viva a través de los recuerdos, la muerte no puede con ella.
Encontré unas fotos del tío de mi padre, León, que fue deportado con dos de sus hermanos. También encontré una imagen donde se ve el cartel «Imprenta Beresniak», la empresa familiar, que aparece brevemente en la película. Ver que esas imágenes íntimas han cobrado vida y reencontrarme con mi padre en el estilo artístico con el que él trabajaba (la animación) ha sido la experiencia profesional y personal más increíble de mi vida.

¿Cómo os habéis documentado sobre la vida de Sempé?...
Conozco bien su vida. Michel Fessler y yo releímos la entrevista de Marc Lecarpentier con Jean-Jacques Sempé en el libro «Enfances». Es un texto muy íntimo y sentido donde habla sin tapujos de su vida. Conozco a Jean-Jacques desde que nací y siempre he sabido que no había tenido una infancia especialmente feliz. Decidimos centrarnos en el abuelo al que tanto quería, que le llevaba a ver los partidos de fútbol.
La palabra «resiliencia» se usa tanto hoy en día que ha perdido un poco de valor, pero encaja perfectamente con la vida de mi padre y Sempé. Podría ser su denominador común. Uno vio cómo su familia viajaba al mismo infierno y el otro no recibió el amor que corresponde a un niño. Y de esas circunstancias compartidas surgió El pequeño Nicolás, que vive una infancia de ensueño, rodeado de la ternura de sus padres. La vida de Nicolás está llena de complicidad y amistad, y sus compañeros de clase y sus profesores son los héroes de una infancia de cuento de hadas.
Por otra parte, animar el trazo de Sempé ha sido un verdadero reto para el equipo artístico porque su estilo se basa en omisiones y espacios en blanco que hacen volar la imaginación de los lectores, permitiendo que se identifiquen con la historia y la hagan suya. El estilo gráfico de El pequeño Nicolás no tiene nada que ver con «Astérix» en el sentido de que, por ejemplo, el estilo de Albert Uderzo no contempla la interpretación.
Sus dibujos están muy seguros de sí mismos, mientras que Sempé deja soñar a todo el que quiera, ofreciendo la posibilidad de colarse entre los personajes e incluso formar parte del dibujo.

¿Cómo ha sido la relación con Amandine Fredon y Benjamin Massoubre?...
Ambos vienen de la animación y se volcaron de inmediato en el proyecto. Tuve más relación con Benjamin porque le dimos forma al guion para adaptarlo a la animación y me daba la sensación de que se dejaba la vida en cada escena, en cada palabra del guion. Era su primera película como director y el compromiso y el entusiasmo que mostraba me recordaba a cómo fue para mí escribir mi primer libro.

¿Qué te pareció la elección de Alain Chabat para darle voz a tu padre?...
¡Perfecto! Sus voces son muy diferentes, pero eso da igual. Alain me pareció la persona que mejor encajaba para encarnar a mi padre. Podría decirse que es su heredero espiritual. La adaptación cinematográfica más popular de la obra de mi padre sigue siendo su película Astérix y Obélix: Misión Cleopatra. Para mí era fundamental que el actor que le prestase voz a mi padre sintiera por él tanta admiración como amistad o ternura. Estos dos hombres han podido crear un vínculo sin haberse conocido jamás, se percibe una complicidad entre sus personalidades. Cuando nos dijo que le interesaba el proyecto, supe que la película sería un éxito. Escuchar a Alain doblar a mi padre, leyendo diálogos que había coescrito, me emocionó mucho. Casi se me saltan las lágrimas, pero no sabría decir si lloraba de risa o por tristeza. Laurent Lafitte tiene la misma voz elegante de Jean-Jacques Sempé y a través de él lo percibimos como un hombre tan refinado como espiritual.

Al escribir el guion, ¿pensabais ya en la música?...
Me encanta la canción francesa. Quería que la gente saliera contenta del cine, que quisiera ponerse a tararear. Qu’est-ce qu’on attend pour être heureux de Ray Ventura encajaba justo con lo que buscábamos. Además, a Sempé le hubiera gustado ser pianista, aunque tenía mucho más talento para el dibujo que para la música, y se nos ocurrió una escena en la que forma parte del coro infantil de Ray Ventura. También está la secuencia de las «pellas» en la que los niños se convierten en esclavos de las galeras. Me vino a la cabeza la mítica canción Le galérien de Maurice Druon con arreglos de Leo Poll, el padre de Michel Polnareff, a partir de una melodía rusa. En el cine, la música no es un elemento baladí, sino que es un personaje de pleno derecho.
A menudo se queda con nosotros al salir de la sala. Así que cuando me enteré de que la composición correría a cargo de Ludovic Bource, ganador del Óscar por The Artist, me quedé impresionada, contenta y expectante. Todos escuchamos una música interior al leer un relato. ¿Cuál sería la suya?

¿Cómo se explica que El pequeño Nicolás todavía represente la imagen de la escuela en Francia y que las historias sigan siendo tan actuales?...
El pequeño Nicolás de los libros y las películas de antes no tiene absolutamente nada que ver con los chavales de hoy. La tecnología lo ha cambiado todo. Donde antes había un estuche y una pizarra, ahora hay elementos digitales. Incluso los libros de texto son electrónicos. Pero esas diferencias son en realidad detalles pequeños.
La clave está en lo demás. La tecnología puede quedar obsoleta, pero la amistad y la complicidad que surge en clase es eterna. A menudo formamos vínculos muy estrechos con nuestros maestros, que suelen ser los primeros en enseñarnos a leer y en hacernos conscientes del placer de la lectura. La escuela es el único sitio del que salimos siendo mejores personas. También es el lugar perfecto para transgredir y para hacer travesuras. En todas las aulas, ya sea 1960 o 2022, siempre hay un enchufado o enchufada, un empollón o empollona, alguien que se mete en líos, alguien que se lleva siempre algo de merienda... Esos estereotipos siguen existiendo y son los que hacen que las historias de El pequeño Nicolás lleguen a los lectores contemporáneos.

¿Le hubiera halagado a tu padre que el Festival de Cine de Cannes haya seleccionado el filme?...
Mi padre era un gran cinéfilo. Seguía de cerca el Festival de Cine de Cannes y lae encantaba la ciudad de Cannes, incluso teníamos un apartamento allí que le gustaba muchísimo. Yo nací el 19 de mayo, que suele coincidir con el inicio del festival.
Recuerdo que pasábamos allí mis cumpleaños. Mis padres iban a las proyecciones por la noche, vestidos de esmoquin y de gala. Dicho eso, no me cabe duda de que a mi padre le hubiera encantado verse en la gran pantalla como un personaje animado y doblado por un genio al que no tuvo la oportunidad de conocer.
Allá donde estén mis padres seguro que hay una gran pantalla en la que se va a proyectar la película. Quizá me vean subir las escaleras y se emocionen al ver cómo me emociono yo…
Los relatos de El pequeño Nicolás se han traducido a más de cuarenta idiomas, es conocido en Polonia, en Alemania y es muy popular en Corea. Seguro que el Festival de Cannes le ha dado una proyección internacional muy potente al filme.


ENTREVISTA A ALAIN CHABAT...
¿Qué te interesó de este proyecto?...
Me llamó Anne Goscinny para hablarme del proyecto y me propuso darle voz a su padre.
Me emocioné mucho porque es todo un honor, pero a la vez me imponía bastante porque soy un gran admirador de René Goscinny. Anna se apresuró en hacerme sentir cómodo y quitarme presión y después Benjamin y Amandine, los realizadores, compartieron conmigo algunos de los elementos visuales con los que ya estaban trabajando y me parecieron magníficos. Era como si los hubiera dibujado el propio Sempé. La idea de trabajar con Laurent Lafitte también me apetecía muchísimo.

¿Cuál es tu relación personal con El pequeño Nicolás?...
Creo que lo leí por primera vez cuando tendría unos 13 años y me encantaron las historietas. Me partía de risa. Leí todos los relatos de El pequeño Nicolás en poco tiempo, uno tras otro, de forma compulsiva. Los personajes me resultaba muy familiares, tenía un Agnan, un Eudes y un Alceste en mi propio grupo de amigos. Pasaba horas mirando los dibujos de Sempé, repasando los detalles, imaginándome qué tipo de pluma o lápiz habría utilizado. De adulto también seguí su obra, especialmente las publicaciones de Jean-Jacques Pauvert. Creo que he leído Sempé, en avant mil veces.

¿Qué significa Goscinny para ti?...
René Goscinny siempre ha sido una gran influencia para mí. Se podrían escribir docenas de libros sobre su influencia en los cómics, el cine (de acción real y animado), el emprendimiento, el humor y la cultura en general. Es un autor brillante en el sentido más estricto de la palabra: ha creado personajes y universos legendarios con un ritmo de producción arrollador sin sacrificar nunca la calidad. También ha descubierto y apoyado a los nuevos talentos. Su paso por Pilote como director de la revista dio paso a treinta o cuarenta años de grandes tebeos. Publicaciones como Charlie, Hara Kiri, L’Écho des Savanes, Fluide Glacial o Métal Hurlant, entre muchos otras, son obra de dibujantes que descubrió Goscinny.


ENTREVISTA A LAURENT LAFITTE...
¿Qué te interesó de este proyecto?...
En primer lugar, me apasiona el cine de animación. Al igual que para tantos otros niños, mi amor por el séptimo arte empezó con los dibujos animados. Siempre
recordaré cuando vi Bambi, esa película tan brutal y a la par tan maravillosa. La oscura poesía de El rey y el ruiseñor me impresionó muchísimo. Ya había prestado mi voz a otros proyectos animados y disfruto mucho de ese trabajo. Creo que este filme ha conseguido generar en mí las mismas sensaciones que me producía leer El pequeño Nicolás de niño y, además, me parecía muy acertado contar la historia de cómo se habían conocido estos dos genios (Sempé y Goscinny). Este proyecto me parecía muy interesante tanto por lo creativo como por lo familiar y ha sido un gran honor y también una maravillosa jugada del destino.

¿Cuál es tu relación personal con El pequeño Nicolás?...
Leí los relatos durante toda mi infancia. Nací a principios de la década de 1970 pero la estética de los años cincuenta en los que vive ese niño se parecía mucho a mi propia realidad, desde los pantalones cortos hasta el deseo constante de divertirme.
La cosa es que mi padre me leía historias de Winnie Winkle, un personaje que le gustaba a él de niño, ¡pero eso nos remontaba hasta la década de 1930! Al leer El pequeño Nicolás sentía que estaba en un entorno conocido. Y además sus aventuras se parecían a las que yo tenía (o intentaba tener) con mi pandilla de amigos.

¿Qué significa Sempé para ti?...
Profundicé en la obra de Sempé más allá del personaje de El pequeño Nicolás de adolescente. Adoro ese trazo delicado que lleva a pensar que todo es simple, esa melancolía tan estilizada que no resulta anticuada y esa carga de humor, sutileza y trivialidad. La relevancia de sus dibujos, su capacidad de observación y su sentido del detalle se mantienen vigentes desde hace casi un siglo. Me fascina su agudeza y especialmente su capacidad para dibujar multitudes y espacios abiertos, a menudo valiéndose del contraste con un personaje muy pequeño en una esquina, que siempre parece estar dirigiéndose a nosotros.

¿Qué has querido transmitir con la voz?...
He intentado ser fiel al ambiente de la película y a la visión de los realizadores, sin cambiar de registro solo porque fuera una película de animación. Ha sido todo un honor poder aportar mi grano de arena a un proyecto que marcó tanto mi infancia. Por otra parte, me ha permitido conocer a Alain Chabat, que ha sido toda una fuente de inspiración por la humildad y autenticidad de su interpretación. Hemos logrado crear una relación coherente y creíble con nuestras voces.


ENTREVISTA A SIMON FALIU...
¿Qué es lo que más te ha gustado de esta aventura?...
Lo he disfrutado todo. Cuando viajamos a Luxemburgo para grabar fue como salir de gira.
Conocer a Benjamin fue muy guay («moló mucho», como diría Nicolás). Prestar mi voz al jefe de los invencibles, ver los guiones gráficos, la lección de canto en el estudio (¡me gusta mucho cantar!)… Me lo he pasado en grande y ¡he disfrutado cada momento!

¿Qué significa El pequeño Nicolás para ti?...
Para mí simboliza amistad y aventura. Pude familiarizarme con el personaje cuando rodé Le trésor du petit Nicolas, donde interpretaba a Geoffroy. Descubrí al personaje por los libros, aunque ya conocía la serie animada. Tengo muchos recuerdos asociados al personaje. ¡Es muy fuerte!

¿Cómo has preparado el trabajo de doblaje?...
Estudié los guiones gráficos para captar la energía del personaje porque todavía estaban animando algunas escenas y también pude ir leyendo el guion escrito. Pero el mayor apoyo ha sido Céline Ronté, que es una gran directora artística. Por otra parte, Benjamin Massoubre, uno de los directores, se sabía el proyecto de memoria.
El doblaje ha sido un poco como un juego, porque íbamos probando con diferentes entonaciones para grabar diferentes opciones para cuando estuviera la animación terminada.

¿Cuál ha sido el mayor reto para ti?...
Puede sonar raro pero ha ido todo sobre ruedas, sin complicación alguna. Estaba supercontento de formar parte de la película. Ha sido una aventura muy divertida.


ENTREVISTA CON LUDOVIC BOURCE...
¿Qué significa El pequeño Nicolás para ti?...
De niño, los cuentos de El pequeño Nicolás me servían de refugio ante la soledad. A los siete años ya me los había leído todos, y en aquellas lecturas había encontrado respuesta a algunas de las preguntas que me hacía entonces. El pequeño Nicolás tuvo una influencia importante sobre mis miedos y, de cierta forma, esos relatos me han hecho abrirme a los demás y conocerme mejor a mí mismo.

¿Qué es lo que más te interesaba del proyecto?...
No había trabajado nunca en cine de animación y me lancé a vivir esta aventura por curiosidad, porque quería probar este formato.
He conocido a gente muy humilde y respetuosa con gran capacidad de comunicación y muy inteligente, me refiero especialmente a Benjamin, Amandine, Aton, Lilian...
Me han ayudado a entender el proceso de producción de una película de animación y me han animado a darle rienda suelta a mi imaginación y creatividad durante todo el proyecto.

¿Cómo ha sido componer la música para el filme?...
Primero me mandaron el animatic en bruto y luego trabajé con Benjamin para encajar la música en cada escena.
Estuvimos un par de días intercambiando ideas, hablando sobre las características de los personajes, de los colores visuales y los criterios musicales para acercarnos lo más posible al increíble universo de Sempé y Goscinny.
Poco a poco, las ideas fueron fluyendo gracias a esos retratos, esos dibujos, las voces de los actores, las bromas y la alegría que lo envolvía todo.
Esas chiquilladas me han permitido reconectar con mi alma de niño, que se percibe en la música desenfadada.

¿Era importante crear dos visiones musicales diferentes para distinguir los dos universos?...
Estilísticamente creo que he utilizado una paleta musical muy amplia a lo largo de la película, pero me he centrado sobre todo en dos temas principales, uno para Goscinny y otro para Sempé. En esos dos temas principales encontramos el ADN de la composición y poco a poco se van uniendo para formar una sola melodía, la de El pequeño Nicolás.

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