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LA GUERRA DE LOS BOTONES
INFORMACIÓN
Titulo original: La Nouvelle Guerre Des Boutons
Año Producción: 2011
Nacionalidad: Francia
Duración:  109 Minutos
Calificación: Autorizada para todos los públicos
Género: Aventura, Familia
Director: Christophe Barratier
Guión: Christophe Barratier, Stéphane Keller
Fotografía: Jean Poisson
Música: Philippe Rombi
FECHA DE ESTRENO
España: 11 Noviembre 2011
DISTRIBUCIÓN EN ESPAÑA
Alta Films


SINOPSIS

Los chicos de los pueblos vecinos de Longeverne y Velran siempre se han odiado. No pelean por ningún motivo especial. Simplemente, no quieren ver a sus vecinos cerca de donde ellos viven. En una de esas batallas, Lebrac, un chico de trece años de Longeverene, conflictivo pero de gran corazón, tiene una idea brillante: arrancar todos los botones de las ropas de los prisioneros que tomen, para que vuelvan a sus casas medio desnudos, vencidos y humillados. Se ha declarado la “guerra de los botones” y el pueblo que reúna el mayor número de botones será declarado vencedor...

INTÉRPRETES

GUILLAUME CANET, LAETITIA CASATA, GÉRARD JUGNOT, KAD MERAD, FRANÇOIS MOREL, MARIE BUNEL, JEAN TEXIER, CLEMENT GODEFROY, THÉOPHILE BAQUET, GREGÓRY GATICNOL, HAROL WERNER

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   "La guerra de los botones", subtitulada “novela de mis doce años”, tiene el sabor especial de las obras de escritores que han desaparecido de forma brutal y prematura. Su autor, Louis Pergaud, nacido en 1882, murió en 1915, durante la Primera Guerra Mundial. Antigo maestro, sólo ha dejado un puñado de obras, la más famosa de las cuales es esta Ilíada en pantalones cortos, relato de unos escolares de dos pueblos vecinos (Longeverne y Velrans) que llevan peléandose desde tiempos inmemoriales.
   El éxito colosal del libro se debe a que narra, sin tabúes ni cursilerías, ciertas realidades del mundo de la infancia. Para ello, Pergaud se ha inspirado en sus recuerdos de chaval originario de Doubs (departamento del Franco Condado). Se desprende así de su relato una energía y una alegría de vivir enormes, alimentadas por el imaginario de críos guerreros y de un habla regional con una frescura totalmente rabelaisiana.
   Al personaje tradicional del traidor de las intrigas guerreras, Pergaud contrapone la solidaridad de los niños ante la adversidad. Todos ellos están ávidos de libertad, y la naturaleza cómplice y familiar es su terreno de juego. Sus enemigos son los de Velrans, pero también el mundo tosco y rudo de los campesinos adultos. Esta crónica realista de la infancia rural plantea, con humor, la cuestión de la educación y examina los principios de autoridad de los padres.

  Pergaud ha heredado de sus antepasados campesinos el arte de narrar. Sabe dar vida a los personajes, animar las escenas, componer un diálogo rápido y vigoroso. Alimentadas por numerosas peripecias, las aventuras de los jóvenes protagonistas son divertidas, emocionantes y llenas de fuerza.
  Trasladada desde el Franco Condado a Auvernia, la acción de la película se desarrolla en marzo de 1944 (en lugar de a finales del siglo XIX, como en la novela) y recoge con bastante fidelidad todo lo que tiene relación con las disputas entre los de Longeverne y los de Velrans. Pero, al situar su doble relato en las vísperas de la Liberación, Christophe Barratier da a las peleas de los niños una seriedad sobre la que planean las trágicas discordias de los adultos.
  Además, esta relectura de la novela de Pergaud tiene la ventaja de que ofrece más espacio a los adultos, divididos en dos clanes. En este caso la apuesta dramática está situada en un doble registro entre los adultos y los niños. Se trata de defender a la vez un país (Francia) y un territorio (Longeverne), una identidad y una dignidad, unos personajes (Violette y Simone) y unos bienes (los botones).
  La película de Christophe Barratiera nos muestra una lección de vida republicana, de la cual la escuela es un lugar privilegiado. Un viento de libertad corre por las cabezas de los Lebrac, padre e hijo, y por la del maestro. La igualdad pasa por la recaudación de una especie de impuesto que la banda de los de Longeverne intenta imponer al rico Bacaillé. La fraternidad está presente a lo largo de la película: solidaridad de los grupos, complicidad para proteger a Violette, la red de la Resistencia... Así nos recuerda la importancia de no aceptar ninguna forma de opresión.

COMENTARIOS DEL DIRECTOR CHRISTOPHE BARRATIER...

   “Tenía diez años cuando descubrí La guerra de los botones. En primer lugar leí el libro en el colegio, y enseguida descubría la película de Yves Robert. Lo que más me impresionó en aquella época es que, por primera vez, los niños podían sostener una guerra, desobedecer, rebelarse, pero que eso no estaba mal, sino más bien todo lo contrario. Me encanta reencontrar esa libertad de la infancia o, parafraseando a Françoise Dolto, dejar hablar al niño libre que sigue estando dentro de mí”.
  “Para contar esta historia, elegí la época de la Ocupación en Francia, y concretamente el año 1944, porque me parecía que para ir más allá de la pequeña guerra entre niños y esa rivalidad local le faltaba a la novela un trasfondo conflictivo. De ahí surgió la idea de que LA GUERRA DE LOS BOTONES se desarrollara en la gran guerra de los hombres. Así, el conflicto trágico de los adultos tiene resonancia en el de los niños, más divertido. Detrás de toda esa trama de enfrentamiento entre los dos pueblos, está el síndrome de una gran guerra que se desarrolla no muy lejos y que anuncia ya su desenlace. La fase final de la Ocupación es un período sombrío, a la sombra de un genocidio, en que los niños han sufrido y en el que los padres han sido hechos prisioneros y deportados. En el campo francés encontraron refugio muchos niños judíos, por lo que, al crear el personaje de la niña judía que llega al pueblo bajo la protección de la joven Simone, la gran guerra aparecía no ya como una intriga secundaria sino como un conflicto que entra en resonancia con nuestros personajes”.
  “Mis sueños de niño no me han abandonado nunca. Oscar Wilde decía que había que tener sueños muy grandes para no perderlos nunca de vista. De niño, yo tenía ambiciones artísticas enormes y desordenadas a la vez: el cine, la música, la literatura, el dibujo... Con cada nuevo proyecto, me doy cuenta de que tengo ganas de hacer la película que me hubiera que me hubiera gustado ver de crío. Y al niño que yo era le gustaba lo espectacular, la música, los grandes sentimientos y las películas en las que el personaje principal se enfrenta al resto del mundo. A todo ello, he querido añadir la rabia y la pasión vital de un personaje atormentado, como Lebrac, que abarca toda la paleta de los sentimientos que puede experimentar un niño, la poesía tierna y dolorosa de Violette, la despreocupación de Pequeño Gibus...”
  “La novela de Louis Pergaud es una magnífica descripción del paso de la infancia a la adolescencia y nos muestra cómo los niños pueden unirse y ser solidarios. Esta película en realidad es una adaptación libre del texto, en el sentido de que me he dejado guiar por mi inspiración hacia tierras que eran ajenas a la novela de Pergaud. En ella están, naturalmente, las batallas, la rivalidad, la traición, pero además mi objetivo era ofrecer a los niños y a sus familias un espectáculo total a través de la música, el impulso épico, las escenas de batallas, y las emociones que impregnan la película, magnificadas por las técnicas de filmación modernas. La película recoge ante todo el anhelo de libertad de la novela de Louis Pergaud. Todos esos niños no sólo son niños que están en guerra los unos contra los otros sino que están elaborando su propia república. Se fijan unas reglas, no sólo de combate sino también reglas de vida. Por primera vez hablan de impuestos igualitarios, de solidaridad, de unión. Son un grupo. Estas nociones existían ya en Los chicos del coro. También pienso que al situar esta historia en 1944 se puede aprovechar la oportunidad para recordar a los niños lo que fue el período de la Ocupación y el poderoso viento de esperanza que sopló sobre Francia en el momento de la Liberación. A través de un entretenimiento, se puede dar una lección de historia. Y no había que olvidar el humor. Pienso que, entre las grandes películas, hay muy pocas en las que esté ausente el humor. Me refiero al humor y no a lo cómico. Me parece que podemos interesarnos más por un asunto serio si, como en la película, se producen unas rupturas inesperadas. Así, los chicos no tienen la impresión de que están asistiendo a una lección de historia sino a un verdadero relato, que les va a emocionar, que les va a enriquecer y que tendrán ganas de volver a ver”.

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