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Cual preámbulo, nos dice Carolina Moscoso que Visión Nocturna contiene tres tipos de luces: una que encandila, una oscura que no deja ver y otra en penumbra. Y es que la cineasta chilena ensambla el diario de una violación, la propia, pensado en primera instancia en la duración de la misma, es decir, en una violación no sólo como un acto brutal conciso, sino como el principio de un proceso físico, emocional, legal y judicial terrible. Moscoso acompaña este planteamiento con imágenes producidas desde el afecto y la incertidumbre, haciéndonos parte de su entorno íntimo, para preguntarse finalmente qué es una violación.
Tras haber sido premiada por el jurado en el Festival Internacional de Cine de Valdivia 2019, recibir el Gran Premio de la Competencia Internacional, máximo galardón, del FID Marseille 2020 y haber cosechado múltiples alabanzas durante la pasada edición del Festival de Cine de San Sebastián, donde competía en la sección Horizontes Latinos, el 19 de marzo la distribuidora Vitrine Filmes estrena en España este documental tan personal. La película ha sido presentada también en el Montreal International Documentary Festival 2020 (RIDM), la Mostra de Films de Dones y en la Muestra de Cine de Lanzarote, donde recibió la Mención Especial del Jurado.
La producción de la película está a cargo de Macarena Aguiló, directora de El Espino Films, quien hace referencia a La Metamorfosis de Ovidio para desentrañar la trama, refiriéndose a la historia de Filomela, a quien su violador corta la lengua para que no pueda denunciarlo y teje un tapiz para revelar lo que le ha ocurrido. “Visión Nocturna –dice la productora- es ese tapiz. A su vez propio y ancestral, compuesto por hilos de distintos colores y procedencias, que Carolina junta a lo largo de los años. Imágenes diversas, de observaciones de su entorno, de cotidianidades con amigos, de registros sin destino claro, con los que teje y plásticamente da forma al dolor, la rabia, la alegría, y a los distintos estados con los que convive después de esta experiencia. Una mezcla explosiva entre un relato testimonial y la plasticidad de los diversos estados que una herida produce a lo largo del tiempo”.
NOTAS DE LA DIRECTORA...
Si pudiera escribir lo que sucedió luego de la violación, diría que fue un sentir abismal del que no podía surgir nada igual a lo que había antes. Millones de emociones que no se dejaban ocultar ni organizar. A este caos regresan ahora, como pistas para ayudarme a ver, las imágenes que hice desde que tuve mi primera cámara a los 15 años. Una costumbre de filmar que se mantuvo luego de la violación.
La investigación llevada para la película, la carta que me envía mi madre, la última violación de turno, me llevaron a decidir re-abrir el juicio inconcluso al violador. Pero él cometió el delito siendo menor de edad y el juicio prescribió. No hay nada que hacer, no habrá culpable, y este descubrimiento se vuelve parte de la película. La justicia no opera en casos de violación.
Entro en un camino de zonas oscuras, frágiles e insistentes, donde el cine, por sobre todo, ha brotado y permanecido inseparable de mí para ayudarme a pensar. Me instalo repetidamente a interrogar a esta herida y la película que emerge podría parecerse a la larga conversación que mantengo con las heridas.
Cada día hay mujeres violadas. No solo en Chile, en toda América y en el mundo entero. Y no solo hoy, sino milenios de lo mismo. Estamos todos en esta realidad, convenientemente silenciada hasta ahora.
Este silencio es un motivo para hacer la película, pero además, intento relatar la experiencia interna luego de un quiebre. Un camino que es también el camino del otro que ha sufrido alguna vez.
Hago esta película para reflexionar acerca del dolor que deja cualquier herida, buscando una imagen de la experiencia oscilante y vertiginosa de vivir.