En festivales y similares es difícil sentirse a gusto.
Ello, pienso, proviene de algo cuya natural aparición y decurso deviene por jornadas insoportables, dada su radical anormalidad. Se trata de que por unos días uno hace abstracción de su cotidianeidad, y, tras la decisiva separación espacial del entorno habitual, se dedica a la absorbente actividad de ver películas.
Aún siendo las ventajas de Barcelona grandes, las proyecciones por la tarde te devuelven la desazón. Sólo ver películas, y como complemento dar la opinión sobre ellas. El ya pátrido problema de la crítica.
Ordenaré un poco las ideas. Como mero espectador, yo que voy al cine a ver una película, lo normal es que eso que he visto y oído, y lo que lo circundaba, gente que encuentro y veo, local, etc... se incorporen a mi vida de un modo natural.
Todo lo que comporta ver tal película es incorporado al decurso de mis instantes en uno u otro sentido, consciente o incoscientemente asumido o rechazado. Tras ello viene algo de otro orden, cualitativamente diferente: recuerdo de y reflexión sobre un o varios conjuntos, o la totalidad de los instantes vividos. Las modalidades de ese recuerdo o reflexión son varias. La escriturización de ese estadio reflexivo o memorativo es la crítica útil. Sin este fundamento real, recurrencia a la realidad personal, no hay sino variedad.
El problema de los festivales y similares es precisamente la falta de la cotidianeidad personal que da sentido al cine, como a cualquier otro arte, al tiempo que la saturación de películas -desaparición de la necesaria sedimentación-. El cauce propio de la actividad del espectador, en cuanto tal, se ve cegado y busca otra salida: juicio que define la adecuación del film a un esquema estético. Operación abstracta por su desarraigo de la cotidianeidad personal. (El correlato de esta actitud con las películas de festival).
Tan tenebrosa pintura ha de ser aclarada: tal actitud es el vector dominante en la complejidad peronal de cada cual. Sin duda hay otras. Algunas posibilidades por la misma estructura del festival. Así, durante las proyecciones he creído advertir en los habituales, el retorno a una cierta ingenuidad, un modo espontáneo de aceptar o rechazar cosas sueltas, una vez que la sucesión de proyecciones provoca la relajación de nuestros esquemas.
Texto: Ricardo Buceta en 1966.