El género cinematográfico que ahora se ha dado en llamar “fantástico”, lleva camino de convertirse en el cajón de sastre de todos los retales del cine.
Existe una confusión tal, que con frecuencia el público y cierta parte de la crítica, incluye en España a los peplum bondismo, dibujos animados, adaptaciones de cómics, cuentos infantiles, películas más o menos sangrientas, nudies británicos que se limitan a mostrar señoritas correteando en la colonia de rigor o films que presentan un sueño o delirio alcohólico del protagonista. Esta mezcla de géneros perjudica notoriamente al cine fantástico, que precisa otras características para ser incluido en una categoría que ya empieza a ser honrosa y que, desde luego eso sí, ha demostrado ser comercial, popular en sentido peyorativo y popular en sentido digno de estudio y meditación, como fenómeno que es de una cultura de masas que llena los cines, esos cines como el “Rex” de Madrid; el “Pequeño Casino” de San Sebastián, y el “Midi-minuit” de París, que ha dado su nombre a la revista consagrada al género, que además ha establecido las coordenadas de lo que entra y no entra dentro del campo antes sin roturar y ahora abierto a la rapiña de todo el mundo.
En uno de sus números hacía yo referencia hace dos años a 22 películas fantásticas españolas escasa contribución a un género que lleva setenta años de existencia, o de mal vivir, en otros países, y que a pesar de ello ha dado obras maestras indiscutibles, fuera de nuestras fronteras.
A la sumaria e incompleta lista de dicha revista (que incluía experiencias tan interesantes como la incomprendida “La corona negra” y el “Parsifal” de Mangrané y Serrano de Osma), cabe ahora añadir otros nuevos títulos, sin que por ello, este primer contacto con el cine fantástico nacional, que completo.
Precisa un acercamiento, un estudio concienzudo, una nueva visión de títulos olvidados, como la realizada por Manuel Rotellar en “El cine tentado por el diablo”.
Rotellar analiza de forma certera lo que él cataloga como “Aldeanismo del diablo español”, en relación con “Faustina”,”El diablo toca la flauta” y “La barca sin pescador”.
La etiqueta no deja de ser acertada ya que el aldeanismo con que generalmente ha sido planteado hasta la fecha, todo intento de un cine nacional fantástico, le ha cortado las alas y la posibilidad de distribución fuera del ámbito local, incluso le ha cerrado las puertas de las salas de la Gran Vía madrileña.
Aldeanismo de guiones realizados de encargo por escritores no especializaods, auténtico “festival de lo ajeno”, donde se pica y adereza cuatro detalles sueltos del cine extranjero, sin conexión, de forma burda y -lo que es intolerable- aburrida.
Aldeanismo también de la producción, de una desangelada puesta en imágenes de la rutinaria publicidad concebida para cerebros subdesarrollados.
Con estas premisas, es difícil triunfar. Durante años, el realizador que ha intentado ofrecer a su productor un tema de ciencia ficción, ha tenido que oír: 1º Qué es eso?, 2º Ah! Eso no se vende”. A pesar de todo, los cuatro arriesgados, los cuatro pioneros que nunca faltan, han realizado con más buena voluntad que éxito, una docena de títulos, de los que he dado noticia tan sumaria como estas notas de hoy.
Además de la obra encomiable de Segundo de chomón, que incluye títulos como “Viaje a la Luna” (1903), “Hotel eléctrico” (1906), “Visita a Júpiter” (1907), “Viaje al fondo de la tierra” (1907)” y “Nuevo viaje a la Luna” (1908), merece destacarse la olvidada aportación de Manuel Noriega, con su versión futurista de “Madrid en el año 2000”, realizada en 1925, que presentaba el río Manzanares canalizado y con barcos que llegaban hasta la capital, junto con otros inventos urbanísticos y sociales, de los que desgraciadamente el tiempo ha borrado de la traza, al desaparecer la única copia disponible.
“Tres eran tres” ofrecia una parodia de Frankenstein, que no llegaba a conseguir el alacre sabor de “Tortícola contre Frankensberger”, de Pul Parior. “La hora incógnita”, “Dios eligió sus viajeros”, es anódina, vulgar y fallida. “La bruja sin escoba” de Elorrieta (que aún no ha estrenado “La casa de los muñecos), ofrecía una curiosa variante del salto en el tiempo.
Y “El sonido prehistórico”, bautizada posteriormente con el título de “El sonido de la muerte”, tiene valores parciales, que emanan en buena parte de ser el primer guion auténticamente fantástico de nuestro cine, que le ha valido el segundo premio en el Festival de ciencia ficción celebrado en Trieste.
El resto de films fantásticos o pseudo-fantásticos producidos en Espala, sólo lo son sobre el papel, en la sinopsis descriptiva y naufragan en la platitud alicorta de unas realizaciones faltas de impeti, de malicia narrativa.
Sólo Jesús Franco se ha dedicado casi por completo a la realización de películas fantásticas y por eso ha merecido una fama no despreciable fuera de nuestras fronteras, especialmente en Francia y Bélgica. Jesús Franco, con medios económicos y una mayor apertura en la temática, que no le obligue a minimizar u aseptizar sus producciones, puede llegar a ser el Roger Corman nacional. De sus numerosas películas, algunas de las cuales esperan todavía ser distribuidas, destaca en el momento actual “Miss muerte”. Su versión francesa difiere, al parecer, de la española, como ya había ocurrido con los dos Orloff distribuidos en el país vecino, aunque el penoso fenómeno de las versiones dobles ya no asombra a nadie desde los tiempos de “Tres historias de amor” y “Muchachas de Bagdad”.
Existen atisbos del cine fantástico en la producción de dibujos animados nacional, ignorada por la totalidad de los ensayistas del género, excepción hecha de Lo Dua y Piezo Zanotto. No solo están “Garbancito de la Mancha” y “´Érase una vez”, sino también determinadas secuencias de dibujos animados inspirados en personajes de tebeos españoles.
El cine fantástico español está naciendo ahora, cuando bullen tantos proyectos, que ojalá cuajen en películas que pueden y deben ser diferentes. Y no es poco.
Texto escrito por Luis Gasca