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Recordando... CENIZAS Y DIAMANTES. CONFESIÓN DE ANDRZEJ WAJDA
 Cuando hay que enfrentarse con un director que ha asumido plenamente su “hic et nunc” en unas determinadas...

   
 
   Cuando hay que enfrentarse con un director que ha asumido plenamente su “hic et nunc” en unas determinadas coordenadas históricas, que constituyen los problemas de su país y sus compatriotas, y que emplea un medio de expresión por medio del cual no pretende solamente una investigación histórica o un retrato de actitudes, sino que él mismo se realiza sentimental y existencialmente en las formas de expresión creadas, es necesario situarlo en esta pequeña historia en medio de la cual se desenvuelve, es decir, sus experiencias vitales y el transcurrir de su mismo pueblo, del cual se siente portavoz.
  Todo esto condicionará sus actitudes estéticas y su posición ética respecto de la realidad en la cual se expresa.
El cine polaco que, en una generalización quizá excesiva ha participado totalmente de esta situación, ha recorrido un camino paralelo a la sociedad en la cual se desarrollaba.
  La desintegración de ésta trae como consecuencia la práctica disolución de aquél, y la unidad del pueblo polaco produce una generación de cineastas atenta a los problemas que esta misma unidad lleva consigo.
  Será más tarde, en lo que podríamos llamar moderno cine polaco, cuando los cineastas más atentos y comprometidos con la realidad de la vida cotidiana se individualicen y abandonen esa actitud militante angustiosa y pesimista que abarca toda una generación que intenta profundizar en la gran crisis moral de un pueblo humillado, y de las actitudes individuales de sus miembros en una búsqueda angustiosa de algo mejor. Es así que en el año 1960 vuelve el gran cine histórico, que rivaliza en colosalismo con sus oponentes occidentales.
  Es el año de “Los caballeros teutónicos”, de Ford, que, aún dentro de una personalidad definida, participa de gran parte de las contradicciones de los otros colosos e introduce esa ingenuidad propia de estos monumentos históricos, y es en este mismo año cuando el mismo Wadja con “Los inocentes encantadores”, cambia unos héroes con grandes conflictos morales por unos jóvenes más atentos a una vida confortable e instalados en una sociedad estabilizada.
  Pero será más tarde, en 1962, cuando la sociedad polaca culmine esa desunión entre dos generaciones al sobrepasar a los cineastas que más crudamente han reflejado este sufrido transcurrir del pueblo polaco y ponga de manifiesto la diferencia existente entre una crisis moral y de sus héroes, y una realidad social más estabilizada y cotidiana, en donde la rebeldía no adquiere ninguna entidad trágica y es sólo producto de una sociedad con nuevas contradicciones en su estructura social, que reemplazan a unas actividades pesimistas que rozaban el nihilismo.
  Wajda pertenece a esa generación de postguerra que estaba más marcada y por tanto mucho más atenta al Ghetto de Varsovia, el levantamiento de la capital, la guerra, los cinco millones de muertos y la crisis moral que atraviesa el pueblo polaco desde el fin de la guerra hasta 1954.
  Wajda comienza sus largometrajes cuando la caída del estalinismo y la subida al poder de Gomulka abren un proceso crítico a las estructuras políticas existentes y por tanto una mayor libertad de enjuiciamiento de la historia de la guerra y postguerra polacas.
  Desde 1954, año de su primer largometraje, “La generación”, y parece que también primero de su llamada trilogía (“Generación”, “Cenizas y diamantes” y “Samson”), hasta el 61, con su último film de ésta, no abandona (con una excepción: “Los inocentes encantadores”) la temática de la gran crisis moral de la juventud polaca de la guerra y postguerra.
  En estas películas se configura como un violento romántico teñido de de un existencialismo, pesimista y hasta desesperado, y él mismo dice: “Este modo de vida y de pensamiento ha llegado a ser difícil en una sociedad estabilizada. Munk y yo, hemos intentando plasmar esta toma de conciencia de que no se pueden realizar actos heroicos o generosos si son inútiles, pero que hay en cada hombre una aspiración a lo mejor”.
  El mundo complejo y contradictorio al que asistimos en “Cenizas y diamantes”, tiene su origen en la misma realidad recreada e íntimas relaciones con la postura vital (y por tanto con su puesta en imágenes) que adopta Wajda ante un momento histórico que asume y crítica sin ninguna separación entre estas dos posiciones, ya que la misma asunción de este mundo, vista por sí crítica. Sin embargo, este cine, encaminado y comprometido con una estética de la libertad, encuentra el verdadero camino de un arte histórico que es el crítico, y no generalmente el apologético. Pero las mismas condiciones de creación y las vivencias de los creadores, marcadas por el sufrido transcurso del pueblo polaco, producen prácticamente la imposibilidad de un distanciamiento respecto a lo narrado sino más bien una inmersión y asunción en ese mundo de un temperamento romántico y de una actitud existencial que, en vez de desentrañarnos crítica y objetivamente la historia vivida, nos manifiesta descarnadamente la realidad de unos seres en la desintegración de una sociedad, y es desde aquí y sólo desde aquí , de donde procede toda la crítica de la situación histórica dada.
  Las contradicciones de un joven -perteneciente a una generación que ha desarrollado paralelamente su madurez de hombre junto a un desarraigo absoluto y una realización existencial por medio de unas concepciones (cuyo centro es la Patria) y a través de una postura vital que es la violencia y el sentido de la obediencia y el deber- forman el núcleo argumental del film.
  La relación de Wajda con sus héroes es una relación sentimental, en el sentido de que no existe ningún distanciamiento hacia ellos, sino que llevado de su temperamento romántico, se identifica con su existencia a lo largo de todo el film, intenta esta unión e identificación entre espectador y héroe, según una relación culpable y víctima en otro caso, Wajda, que es consciente de la realidad que analiza, llegaría a hacer la apología de un asesino, lo cual estaría en contradicción con toda su postura ética y estética.
  Otra característica, en la concepción de los héroes de Wajda, es una oposición con la realidad que les rodea, o, más exactamente, con la relación establecida entre el pequeño mundo en el que se desenvuelven y el desarrollo de la sociedad en la que viven.

Textos escritos por JAVIER SAUQUILLO en 1966.

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