Donald Crisp, el padre de "Què verde era mi valle", tenía cara de ser muy bondadoso. Bueno pues en sus comienzos alguien le puso pegas precisamente por eso, por tener cara de bonachón. Se presentó en unos estudios de cine y alguien le dijo: “No creo que valga… Tiene usted, no sé, demasiada cara de bueno…” y Donald Crisp respondió: “Y no hay historias de buenos para el cine?"