Chester Morris, aquel galán cinematográfico de los años treinta, de películas como "Tres desalmados", "Rejas humanas" y "La gran esperanza blanca", salía de una sala de proyección un día. Eran los tiempos en que su fama empezaba a oscurecerse y una señora le paró y le dijo - "Usted es Chester Morris ¿verdad?. Y él le respondió: - "Sí, señora. Y usted... !No me diga que es una admiradora¡".