La entrañable actriz Guadalupe Muñoz Sampedro, era, como es sabido, la simpatía personificada. Daba confianza a todo el mundo. Un día le presentaron a una atriz mucho más joven que ella, y, en el curso de la conversación, a la tal actriz se le escapó un "Guadita", que era como llamaban sus muchos amigos a Guadalupe.
"Perdone... La he llamado Guadita" le espetó, a lo que la consagrada actriz le respondió "Pues llámame Guadita, hija... Si no soy vieja... Total ochenta y escasísimos años".