Cuando Henry Vidal, el actor de cine francés prematuramente desaparecido, llegó a la fama, se quejó de ser demasiado conocido. Y lo hizo de una forma que resultó toda una teoría acerca de lo que se desea y lo que se consigue. Iba con un amigo y se le acercaron varias muchachas a pedirle autógrafos. Y luego, en un restaurante, notó que todo el mundo le miraba. Y eso le distraía de lo que tenía que hablar con su amigo. Y dijo: "Ya no me atrevo a desear nada". "Por qué" le espetó su amigo, a lo que el actor contestó: "Porque he pasado muchos años deseando ser famoso, y ahora que lo soy daría algo bueno porque nadie me conociese".