Ann Sheridan, aquella actriz de cine, acababa de cumplir los treinta años, cuando alguien le dijo: "Usted tendrá ventidós o veintitrés años", a lo que Sheridan sonrió y dijo: "Cuanto me gustaría que creyera lo que dice, si es porque le parezco una muchacha, no porque estime que tengo mucho que aprender".