Al veterano actor Vincent Price le abordó una señora en el hall de un hotel y le preguntó qué era lo más agradable de la popularidad, a lo que Price, muy fino, le dijo: "Pues que una señora se dirija a uno". Pero la señora siguió preguntando y preguntando, tiempo y tiempo, hasta llegar a la pregunta contraria: "¿qué es lo que más le molesta de la popularidad?". Y Price le contestó: "Pues que una señora se dirija a uno".