William Powell, el galán de tantas comedias cinematográficas, construyó un tipo de gran éxito popular. Atildado, elegante, gracioso, siempre en señor. De eso precisamente trata la anécdota. Un día, alguien elogió su trabajo en una de sus películas: "Estupendo. Ha conseguido usted que su personaje sea un verdadero señor", le espetaron, a lo que Powell dijo: "Pero eso no tiene ningún mérito. Yo soy un verdadero señor".