Loretta Young, aquella fina actriz de los ojos inmesos, estaba harta de que siempre elogiasen de ella eso: los ojos. Unos inmesos ojos claros cuya ponderación llegó a ser un tópico. Por eso aquel día un actor en una fiesta le dijo: "sabes que tienes una conversaciòn muy agradable" y ella le respondiò "gracias, habia llegado a creer que yo no era más que unos ojos".