Oliver Hardy, el inolvidable compañero de Stan Laurel, era hombre de casi permanente humor. Se reía de todo incluso de sí mismo. Concretamente, de su obesidad. Un día alguien le preguntó: "¿Hace mucho que empezó usted a hacer cine?". Y él comentó "No mucho, creía que iba a decir "a estar gordo".
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