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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los festivales de cine en España servían en otras épocas para ver cine prohibido por la censura, por motivos políticos, ideológicos o eróticos.
Ahora, en la democracia, sirven no para que gane la mejor, que eso siempre es aleatorio, sino entre otras cosas, para que la cinta que gane tenga más posibilidades para su exhibición comercial, como ocurre con '¿Qué es la vida?' (1999) que, tras presentarse en el pasado Festival de cine de San Sebastián, se hizo con la Concha de Oro a la mejor película y con la de plata al mejor actor a Jacques Dufilho, sin que ninguno las mereciera, y el premio Ocic y también ganó el César el actor Éric Caravaca.
Es un drama realista, ambientado en la Francia agrícola.
En una granja, que sólo produce deudas, vive una familia en la que se dan tres generaciones: los abuelos, que han seguido el instinto natural de nacer, crecer y morir; los padres, que se ven agobiados por las trampas hasta que llega el mal de las vacas locas que terminan siendo sacrificadas, lo que les lleva a la ruina total y el marido acaba suicidándose; y los hijos, especialmente el mayor, que tras buscar un nuevo horizonte en la capital, se da cuenta que su futuro está en sus ancestros, en la tierra llena de esperanzas y recuerda la frase de su padre: "un campesino nunca muere de hambre mientras tenga algo que sembrar". En la tierra y sus bondades ve que su vida tiene significado y también encuentra el motor de la misma que es Marie.
El director y guionista François Dupeyron cuenta parte de su experiencia vital y noveliza el resto, con sencillez, con estupendos escenarios naturales de la Francia rural, con espléndidos amaneceres y crepúsculos a los que presta su estética la campiña gala.
Pero todo ello está llevado a cabo sin emoción, con situaciones previsibles desde el comienzo, en la película más plácida y plana a la vez que hemos visto en mucho tiempo.
Ni siquiera los hechos más trágicos, como la muerte del padre, conmueven o hacen subir la tensión y el interés.
El director de 'La machine' (1994), dirige con académica corrección a los intérpretes, entre ellos a Eric Caravaca, que logró el César al actor revelación por este film, o a la hermosa Isabelle Renaud en el papel de Marie.
Un canto a la madre naturaleza que apuesta por el retorno a nuestras raíces y la vida en el campo, ante el agobio y el estrés de las grandes ciudades.
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