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CRITICA
Por: PACO CASADO
Los suecos también recurren a su historia como argumento para hacer películas y más si de lo que se trata es de realizar una especie de remake de aquella otra tan famosa, 'La reina Cristina de Suecia' (1933), de Rouben Mamoulian, interpretada por su sex simbol más conocido como fue Greta Garbo, aunque en este caso filmada de forma más realista y menos romántica, ateniéndose más en lo posible a la realidad histórica, que fue rodada en tan sólo 35 días.
Este film que pasó por la Semana de cine de Valladolid, que no es un documental, ni una recreación histórica, sino la aproximación a una mujer moderna, adelantada a su tiempo, que acabó con la Guerra de los treinta años, que fue la protagonista de la Paz de Westfalia, que apostaba por la cultura y la filosofía de su tiempo, que nunca dejó de ser ella misma, aunque estuviera envuelta en un mar de dudas, llega ahora a los cines.
En 1632 Cristina, a los seis años, sucedió a su padre muerto en la guerra. Revolucionaria de ideas, estudiosa de las artes y las ciencias, amiga del filósofo francés René Descartes, a quien consultaba con bastante frecuencia, librepensadora y precursora del movimiento feminista, así era Cristina de Suecia, excéntrica y solitaria según el director finés Mika Kaurismaki, hermano de Aki, sobre esta reina tan particular como insólita del siglo XVII, que prefería la cultura a la guerra, que supo reinar y gobernar su país a pesar de las críticas recibidas.
Enamorada en lo sexual de la condesa Ebba Sparre con la que no le dejaron vivir su amor, porque tenía la obligación de casarse y tener un heredero, según las leyes y las costumbres de la época, aunque la historia nunca dice que fuera lesbiana.
Este aspecto de la homosexualidad ya se trató en otra versión de esta misma reina, 'Abdicación' (1974), dirigida por Anthony Harvey e interpretada por Liv Ullman.
Renunció finalmente a reinar a pesar de que fue educada para ello como si fuera un hombre, entre otras cosas aprendió a manejar la espada, y abdicó en su primo Karl Gustav.
El guion del canadiense Michel Marc Bouchard construye bien a los personajes y se centra en la vida en la corte, la manipulación y las presiones de la política, el poder de la iglesia, asuntos que comparte con el amor con la condesa que perjudicaría sus planes y con Descartes que fue fundamental en su conversión al catolicismo.
Murió en Roma a los 63 años y fue enterrada en el Vaticano siendo una de las tres mujeres, y la única reina, que tuvo ese privilegio.
Es la nueva versión de aquella cinta interpretada por Greta Garbo donde Cristina se enamoraba de un diplomático español mientras que aquí lo hace de otra mujer, durante la revuelta en Suecia en el siglo XVII donde la muerte del rey elevó al trono a su hija, aún una niña, con luchas de poder entre luteranos y católicos.
La nueva monarca quería que Suecia se convirtiera en una nación donde reinara la paz, la cultura y la educación, resultando así una figura de una gran modernidad con la que se podrían identificar las mujeres de hoy.
El personaje apasiona ya que fue de mucho carácter, interesada por el conocimiento y no deseaba estar por debajo de ningún hombre por el matrimonio.
La película se interesa también por los mecanismos de la pasión que marcó su camino y de su relación con un consejero que se encargó de educarla, de que adquiriera su espíritu humanista y su pasión por los libros, la poesía y el arte como también sus dudas religiosas al convertirse del luteranismo al catolicismo antes de renunciar a la corona.
Es un retrato de la brillante y extravagante Cristina de Suecia, que luchó contra las fuerzas conservadoras que estaban en contra de sus ideas para modernizar Suecia y que no tuvieron tolerancia para con su despertar a la sexualidad en sus inclinaciones lésbicas hacia su prima la condesa Ebba Sparre.
Bien realizada, con una estupenda ambientación en la época, tanto en interiores como exteriores con bellos paisaje, cuidada puesta en escena, con un rico vestuario, tiene un buen trabajo interpretativo de Malin Buska en el papel de la reina a la que encarna con gran convicción.
Premio Jussi al mejor vestuario. Mejor actriz Malin Buska y mejor película canadiense en el Festival de Montreal.
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