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CRITICA
Por: PACO CASADO
Paul Vecchiali vuelve al Festival de cine europeo de Sevilla tras la retrospectiva que le dedicó el pasado año a este director de personal estilo cuya filmografía no es en absoluto conocida en nuestro país.
Rodolphe, interpretado por el propio Vecchiali, es un viejo galán promíscuo, ya retirado, en el ocaso de su existencia con algo de dinero, que vive solo en su casa.
Su hijo Laurent, con el que no se lleva muy bien desde hace muchos años, que trabaja cerca, según dice, se ofrece a quedarse a vivir con él, cosa que rechaza hasta que finalmente cede bajo determinadas condiciones.
A lo largo de la trama Rodolphe recibe, sin motivo aparente, a todas las mujeres que han ido pasando a lo largo de los años por su vida, con las que mantiene largas conversaciones recordando sus relaciones, siempre añorando su primer verdadero y único amor de la adolescencia.
Cada una de ellas están representadas por la lista de actrices que figura en la ficha técnica en breves colaboraciones.
La película pasó por el Festival de cine de Cannes, siendo la primera vez que lo hace, en una proyección especial, una obra de Vecchiali y ahora lo repite en el de cine europeo de Sevilla en la sección oficial fuera de concurso, en la que, a nuestro criterio, poco tendría que hacer si compitiera, aunque los jurados ya sabemos cómo se las gastan.
Toda la acción, que comienza con una escena falta de credibilidad, que parece rodada por un amateur, transcurre prácticamente en el interior de la villa, ya sea en las habitaciones o en el jardín, salvo la secuencia final en la que en tren van a visitar a Margarita, el gran amor de Rodolphe, sobre la que añoran todo el tiempo, que eclipsaba a todas las demás, ya que era el amor de su vida.
El esquema se repite de forma monótona e inconsistente, sin apenas variantes, con una gran abundancia de diálogos, algo de lo que adjuraba la Nueva Ola francesa, con frases extravagantes, que atosigan un poco ya que lo que hablan apenas si nos interesa y con un aspecto bastante teatral, sin atenerse en gran medida a las reglas cinematográficas.
Algunos la han comparado, salvando las distancias, o habría que decir mejor que recuerda a 'Carnet de baile' (1937), Julien Duvivier y 'La ronda' (1950) de Max Ophuls, por aquello de las sucesivas mujeres que circulan por la trama.
Hay una especie de obsesión con que sean visitados por los alguaciles a los que tratan de evitar que vengan a embargar en cualquier momento.
A sus 86 años el director francés parece como si quisiera hacer testamento rememorando tiempos pasados con este film de carácter autobiográfico, de una época que va desde 2008 a 2015, pero creemos que ya no se encuentra con fuerzas como para escribir, dirigir e interpretar, algo que hace de manera mecánica y sin complicarse mucho la vida, pero se la complica al espectador con tanto exceso de metraje y palabrería para que finalmente no pase nada que sea mínimamente interesante.
Por cierto, no sabemos a qué viene el título 'Le cancre' (El burro), con el que concurrió al certamen de la Costa Azul.
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