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CRITICA
Por: PACO CASADO
Si la versión de 1933 del argumento creado por Merian C. Cooper y Edgar Wallace sobre King Kong sirvió para salvar a la RKO y revolucionar el sistema de los efectos especiales, la versión de Dino de Laurentis dirigida por John Guillermin en 1976 actualizó el mito de la bella y la bestia dándole un poco de erotismo que no tenía la primera, con una nueva tecnología que ganó el Oscar, la más moderna, larga e impresionante de Peter Jackson ha creado el King Kong más perfecto a base del sistema digital, el más humano y ha desarrollado más la relación entre la mujer y el animal.
La historia, como la primera, sigue situándose en el Nueva York de 1930, tras los años de la Gran Depresión.
En esos momentos la actriz Ann Darrow se queda sin trabajo y tras robar una manzana es contratada por Carl Denham, un director de cine, para unirse al rodaje de una película en la exótica Isla de la Calavera.
El guionista, Jack Driscol, un escritor de revista de Broadway, accidentalmente escribiendo para el cine como forma alimenticia, se ve enrolado en la aventura y se enamora de ella, hasta que llegado el momento se establecerá el triángulo amoroso con Kong.
Son tres seres desubicados. Para Ann la selva no es el escenario de sus funciones de teatro. Para Driscol no es el cine su medio habitual de trabajo. Para Kong Nueva York no es su habitad natural, pero entre los tres se establece una extraña relación de rivalidad en un principio y después se ven arrastrados por el amor.
Kong encuentra en Ann comprensión y cariño en lugar de hostilidad y ella en Kong protección en un mundo hostil.
Peter Jackson ve cumplido su sueño de hacer su versión de King Kong tratando de mejorar las dos anteriores, pero en su afán de superación resulta desmesurado.
En el estupendo inicio nos da una notable visión de lo que fueron aquellos años de depresión económica, muy bien narrado. Son setenta minutos, lo que podía durar cualquier film de aquella época.
En la segunda parte comienza la aventura en la Isla Calavera. Esta vez el escenario es más siniestro y negro que en las otras ocasiones. La aparición de Kong anima la acción hasta hacerla realmente insoportable. Es como si éste acudiera al mundo perdido, al parque jurásico en el que ha de pelear con dinosaurios y toda clase de animales prehistóricos.
Aquí los efectos digitales se hacen presentes y se adueñan de la cinta subiendo el suspense y la emoción a alturas insospechadas, pero no por ello menos increíbles.
Ciertamente en esta parte le sobran muchos metros.
Se dice que fueron añadidos una vez terminado el rodaje para darle más emoción y espectacularidad, pero alargan innecesariamente el relato sin mayor justificación.
En la tercera parte, ya en Nueva York, no falta lo espectacular en una ciudad digitalizada por completo como lo era la Isla Calavera, con escenas impresionantes como la del Empire State Building, con uno de los atardeceres más maravillosos, como otro en la isla, que se han visto nunca en una pantalla en una imagen y fotografía hermosísima que quedará para la antología del cine.
El guion sigue en esencia el original aunque se han añadido algunas cosas y alargadas otras, pero no deja de ser una historia de amor, hecha con bastante realismo a pesar de su fantasía.
En el capítulo artístico excelente Naomi Watts, muy bien seguida en expresividad y humanidad por King Kong (Andy Serkis), correctos los demás menos Jack Black, el único lunar en este apartado.
Espléndida la música de James Newton Howard que en dos meses hubo de hacer una partitura con la que expresar toda la emoción, emotividad y amor entre una mujer y una bestia, tras haber sido excluido Howard Shore.
Peter Jackson sabe contar una historia y hacer que a pesar de su longitud enganche al espectador gracias a la dulzura de la protagonista y a la humanidad y ternura del gorila, cuya relación está más desarrollada que en el original. Esto hace que no se pestañee, ni aburra en ningún momento.
Una gran versión que no desmerece en nada de las anteriores y que las supera en muchos aspectos.
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