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CRITICA
Por: JOSÉ MONTESINOS
Tres son los largometrajes que ha rodado hasta ahora el bilbaíno Pablo Berger. “Torremolinos 73” (2003), una comedia ambientada a principios de los setenta; “Blancanieves” (2012), película con la cosechó innumerables premios y el aplauso de la crítica. Y ahora “Abracadabra” (2017).
Tres películas y muy diferentes entre sí, como si no quisiera encasillarse en ningún género. Así intenta ahora adentrarse en la comedia más genuina con la historia de un matrimonio humilde del barrio de Carabanchel compuesto por Carmen, sufrida ama de casa y Carlos, su despótico marido, que no le presta atención y el cual sufre un cambio repentino de personalidad desde que accede en una boda a participar en una sesión de hipnotismo.
A partir de ahí todo se complica, con la dócil apariencia que tiene Carlos, pero las averiguaciones que hace Carmen le hacen dudar de que lo que tiene es un espíritu maligno dentro.
Berger, autor del guion y la dirección, ha querido ofrecernos un relato distendido, ameno, que haga reír al respetable, contando una historia de lo más normal del mundo pero le ha salido algo diferente a lo que se pretendía, puesto que aunque posee algunos gags, que no están muy logrados, el film se torna en un determinado momento en un drama de consecuencias imprevisibles al entrar en acción el espíritu de un asesino, lo que hace que la historia navegue por diferentes aguas sin saber bien en cual quedarse, si en la comedia, en el drama o en la parte de suspense.
Creemos que Berger no ha estado tan lúcido en esta ocasión como en sus anteriores obras y nos ofrece un relato atípico, donde ha pretendido experimentar pero sin conseguir el resultado deseado.
Por el contrario lo que si consigue a la perfección es aburrir a un sufrido espectador que acude a ver una película y se encuentra con otra totalmente diferente.
El guion posee algunas lagunas, se ralentiza en el relato lo que permite que el espectador hasta pueda echarse una cabezadita y sin notarlo pueda seguir el film, porque en ocasiones es algo farragoso.
La dirección mantiene un ritmo cansino a lo largo de los noventa y pocos minutos que dura, y gracias a dios.
Maribel Verdú se encuentra como pez en el agua con el personaje que le ha tocado interpretar en esta ocasión, seguida por un pasado de rosca Antonio de la Torre, que desde luego no está ante su mejor personaje y secundados por un José Mota que se cree mejor su papel, aunque lo vemos algo soso, al igual que el resto de un reparto poco conjuntado y donde encontramos unos cameos de José María Pou y Ramón Barea, que tampoco es que aporten demasiado.
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