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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es frecuente que alguien que debuta como director logre una cota tan alta de calidad como consiguió Agustín Díaz Yanes con su ópera prima 'Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto' (1995).
Bien es verdad que tenía la ventaja de ser un avezado guionista y que le salió un buen trabajo.
Lo que entonces fue una ventaja, con su segundo largometraje se le puede volver en contra, ya que tras las expectaciones despertadas, lo logrado en esta ocasión nos suena a decepción.
Yanes hace un enfrentamiento entre el bien y el mal en un simbólico cielo e infierno personificado en dos ángeles que se disputan el alma de un boxeador que se ha metido en líos.
La representación de ambos lugares en ciudades como París o una hamburguesería americana infernal es demasiado elemental, aunque no deja de tener su poquito de ironía.
Algo de lo mismo ocurre con las dos protagonistas, que están muy bien a ratos, caracterizando correctamente a sus personajes, pero no acaban de redondear la actuación.
En parte por culpa de una dirección que no ha sabido mantener el ritmo que se requiere en una buena comedia que se precie, en la que también introduce instantes de dura violencia y del realismo más feroz que era lo que demostró en su anterior película que mejor le iba a aquella historia que tan redonda le salió.
No obstante seguimos confiando en este autor que puede dar más tardes de gloria al cine español, como se diría en el argot taurino que tanto le gusta.
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