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CRITICA
Por: PACO CASADO
Un thriller en el que Joe, ex marine, antiguo agente del FBI y veterano de guerra, con problemas psicológicos y del pasado, convertido en justiciero por encargo, que vive con su anciana madre, dedica su tiempo a salvar a chicas jóvenes que son explotadas sexualmente.
Es un tipo solitario que no se permite tener amigos, ni amantes y que sólo vive para rescatar a jóvenes que cayeron en la trata de blancas, hasta que un día recibe la llamada de un político, el senador Albert Votto, que le pide que encuentre a Nina, su hija de 14 años, que ha sido secuestrada por una mafiosa red criminal.
Bajo su apariencia de película de intriga, de cine negro, que parece una historia de detectives privados, predomina el drama y la violencia, bastante sangrienta, aunque las más fuertes están fuera de plano resultando más brutales a pesar de que no se ven.
El sonido y la música tienen un papel fundamental en el tono y la atmósfera del film, con un ritmo algo convencional, un poco más lento de lo habitual y con escasos diálogos.
Es un personaje cuyo tormentoso pasado, como así mismo el presente en el que lucha por defender a seres indefensos con violencia, está mostrado y justificado en breves flash backs, con escenas impactantes, otras brillantes, que resulta deprimente y deja un sabor amargo, extraño fuera de lo común, pero interesante, aunque no da una solución al problema planteado, sobre el que no es fácil quedarse indiferente.
La directora escocesa de 'Tenemos que hablar de Kevin' (2011) que era su tercer título, ha tardado media docena de años hasta hacer éste en el que cambia de género al cine negro y lo pone del revés con este retrato de la crisis de la virilidad masculina, sobre la explotación sexual y la pederastia con un personaje vengador.
Una vez más el guion se basa en un texto literario, en esta ocasión en la adaptación libre de la novela corta de Jonathan Ames en la que Joe representa la impotencia masculina, debido a su oscuro pasado tras la guerra que se convierte en obsesión, en odio, pero también en ternura hacia las víctimas o hacia su propia madre.
Es curioso que esta historia violenta esté realizada por una mujer, que quiere demostrar cómo son tratadas las mujeres y las secuelas que deja.
Cinta perturbadora, incómoda de ver en muchos momentos, pero inquietante e interesante por cómo está planteada.
Retrata muy bien las obsesiones de este hombre hundido, maltratado por la vida pero también vulnerable, con un objetivo muy concreto, que en el fondo busca solución a su pasado que le traumatiza y ese mundo tan terrible de la pederastia donde no hay clases sociales, ni cultura, solamente degeneración.
Es como un ejercicio de estilo representando más las consecuencias de la violencia que de ésta en si, más de interior, de la imaginación que de esa manera impacta mucho más y da más miedo que hacerlo de forma explícita. El hecho de que sea con un martillo asusta. Tiene una fuerza visual que no deja indiferente.
Una estilizada historia de violencia y corrupción deudora de otras películas de asesino a sueldo, dura, cruel en un descenso a los infiernos en esta historia que carga las tintas de la corrupción política.
Joaquin Phoenix funciona de forma inteligente y vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores americanos actuales.
La película fue remontada tras su pase por el Festival de Cannes donde logró el premio al mejor actor y guion.
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