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CRITICA
Por: PACO CASADO
El cine americano es único lanzando sus producciones. Anterior al estreno de ésta se publicó la idea de una famosa caja china que contiene un producto que no se puede mojar, no le puede dar la luz del sol, ni puede comer después de medianoche.
Si se cumplen estas tres sencillas reglas todo irá bien, de lo contrario se convertirá en un auténtico infierno.
Tras ver la película se sabe que es una especie de animalito de aspecto simpático en su estado de mogwai, pero que se puede convertir en algo terrible si evoluciona y pasa al estado de Gremlin si ocurre alguna de esas tres premisas.
Ni que decir tiene que todos los espectadores están deseando que ocurra para saber en qué queda todo.
Una vez más los americanos tienen así vendido el producto casi antes de hacerlo y más si sale de la factoría del rey Midas de Hollywood, Steven Spielberg, lo que ya de por sí es una garantía de diversión asegurada con una de las películas más icónicas y divertidas de los años 80 y de los grandes éxitos de taquilla de esa década.
La realización ha sido puesta en manos de Joe Dante, director del que recordarán títulos como 'Piraña' (1978), 'Aullidos' (1980) o uno de los episodios de 'En los límites de la realidad' (1983).
Especialista en cine de terror el film lo tiene, aunque compartido al cincuenta por ciento con la risa y la diversión.
El misterio comienza en el barrio chino cuando es adquirida la susodicha caja, como un regalo navideño para Billy de su padre para que lo cuide como su mascota.
Comienza siendo una cinta cordial de ambiente navideño, época en que se desarrolla la historia, con escenas familiares con el conocimiento del mogwai que cae simpático a todos, con secuencias de películas más o menos de ese corte como '¡Qué bello es vivir!!' (1946), de Frank Capra, con James Stewart y Donna Reed o 'Indianápolis' (1950), de Clarence Brown, con Clark Gable y Barbara Stanwyck, que poco a poco va evolucionando y convirtiéndose en un vibrante film de terror con escenas sorprendentes, con sobresaltos constantes a lo largo del relato, mientras que se tranquilizan los ánimos con algunos efectos cómicos sobre estos seres inteligentes mezcla de maldad e ingenio, que lo aprenden todo rápidamente y lo ponen al servicio del mal.
La combinación de ambas cosas, terror y diversión, es la secuencia en que todos ven 'Blancanieves y los siete enanitos' (1937), de William Cottrell y David Hand, o la del bar en que beben, se emborrachan o juegan a las cartas.
Hacia la mitad de la cinta estos dichosos muñecos se han convertido en protagonistas auténticos de esta historia.
Y la verdad es que se ha logrado una gran perfección en el manejo de estos bichos que igual producen emoción, cariño o dan miedo.
La película tiene una moraleja final en la que el viejo vendedor chino achaca a la humanidad que no sabe usar los recursos que la propia naturaleza le brinda.
La comicidad no viene sólo motivada por los animalitos, también por las múltiples ocasiones en las que el padre del chico protagonista hace ensayos de sus estrambóticos inventos que lógicamente le salen mal.
En este sentido los personajes igualmente aportan algo de ternura al film, desde la chica que cuenta la historia de cómo perdió a su padre, hasta el padre del chico o el contrapunto de la vecina cascarrabias.
Cinta interesante, aunque sea sólo por el espectáculo de los bichos en movimiento, cosa que está cada vez más lograda, además del correcto trabajo de los jóvenes actores y la dirección o la funcional música de Jerry Goldsmith aunque no hace uno de sus mejores trabajos en esta ocasión.
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