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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta película es la ópera prima de Angelino Fons, un joven que estaba recién salido de la Escuela Oficial de Cinematografía de Madrid cuando la ha realizado, a la que le ha sabido imprimir una virtud esencial: la de la autenticidad.
El realizador es sincero a la hora de poner en la pantalla la novela del mismo título publicada en 1904 del célebre escritor Don Pío Baroja, en cuyas páginas se puede ver una España real de finales del siglo XIX y comienzos del XX y se presenta la vida del Madrid de los bajos fondos atenazado por el hambre y la corrupción que siguió a la pérdida de las colonias, en la que se reflejan los problemas de aquellos tiempos con situaciones parecidas a las de los momentos en que se ha hecho el film, ya que nuestra patria no ha cambiado tanto, esencialmente, de manera muy ostensible.
Son los años duros que siguieron al desastre del 98.
Desde el pueblo de Almazán llega a Madrid un muchacho casi un adolescente, Manolo, atraído, más que por el espejuelo de la Corte, por las ganas de matar el hambre, pero se encuentra sin trabajo y va recurriendo a todo aquello que se le presenta para poder comer y vivir.
Su falta de preparación profesional y su trato con gentes descarriadas y sin escrúpulos le lleva a la miseria y la desgracia.
Manolo va saltando de un oficio a otro, de aprendiz de zapatero a mozo de panadería... hasta que acaba formando cola a la puerta de los cuarteles para que le den las sobras del rancho de los soldados.
Cuesta abajo ya, es cómplice de un robo y se ve obligado a matar a un hombre en legítima defensa.
En ella se cuenta la difícil situación de algunas personas que abandonaban los pueblos para marcharse a las grandes ciudades, reflejada en el personaje de Manuel, que llega a Madrid como un campesino y por diversas circunstancias se ve metido en el mundo de la delincuencia y el crimen.
Los jóvenes directores pertenecientes a lo que se ha dado en llamar el Nuevo Cine Español, que cuentan con el apoyo de la Escuela Oficial de Cine y del Ministerio que dirige García Escudero, tienen el deber de hacer con una cámara lo que hicieron los escritores en el siglo pasado con una pluma en la mano y una cuartilla en blanco sobre la mesa.
Angelino Fons se enfrenta sin miedo a la obra de Pío Baroja haciendo una buena adaptación de ella, bien dirigida limando algunas asperezas y violencias que se reflejan en la novela y modificando algunos pasajes que no son esenciales de la misma, como por ejemplo el final, aunque con un desarrollo algo lento, va exponiendo las situaciones por las que pasa el protagonista.
Cuenta bien las emociones y desventuras en un Madrid deprimido, el del adolescente interpretado por Jacques Perrin, consiguiendo una película que resulta entrañable y desoladora a un mismo tiempo, con una adecuada ambientación y una buena narración fílmica que está siendo muy apreciada por la crítica.
Como otras obras de este autor encierra una gran amargura y crítica social de la gente de la época con una vida miserable de los personajes a ratos infrahumana.
Es muy bueno el trabajo de la actriz Emma Penella en el papel de la prostituta Rosa, así como el de Lola Gaos como Petra, la madre de Manuel, o el que hace Hugo Blanco en el personaje de el Bizco.
Tiene una notable fotografía en blanco y negro del sevillano Manuel Rojas.
Copa Volpi para Jacques Perrin en la Mostra de cine de Venecia. Premio del Circulo de Escritores Españoles (CEC) para Emma Penella y a la dirección de Angelino Fons.
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