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CRITICA
Por: PACO CASADO
La tradición del melodrama en el cine americano viene desde hace muchos años, lo que ocurre es que no está de moda en estos momentos como lo estuvo con 'Love Story' (1970) al inicio de los años setenta.
Porque cuando un film tiene éxito, del género que sea, impone la costumbre olvidada al público de asistir a ese tipo de cintas.
La actriz china, Joan Chen, que debutó en la dirección con 'Xiu Xiu' (1998), con 'Otoño en Nueva York' (2000), lo intenta una vez más dos años después, con este melodrama romántico pretendidamente de pañuelos, que no nos llegó al corazón.
La historia se repite como en aquella famosa película, aunque aquí la diferencia de edad es notable.
Will Kane es un playboy envejecido, uno de los hombres más famosos de Nueva York, no sólo por su fortuna, sino también por encabezar la lista de los solteros más cotizados de la ciudad, es millonario, dueño de un restaurante, tiene 47 años, y se enamora de Charlotte Fielding, una dulce jovencita de 22.
Sus relaciones sentimentales suelen ser siempre fugaces porque siente pánico ante el compromiso.
Ambos desean tener un amor pasajero, pero por muy distintos motivos.
Él no quiere atarse a una relación larga y ella no puede por otras circunstancias que no vamos a desvelar.
Sin embargo, su forma de pensar cambia el día en que conoce a Charlotte, una veinteañera con la que no tiene nada en común.
Se dice que el amor no tiene edad, lo que justifica la diferencia en años de la pareja, ya que él puede ser su padre.
Entre ambos surge una amistad muy especial que pronto se convierte en un amor apasionado que se someterá a una dura prueba.
El problema está en que el guion complica el relato con otras cuestiones dramáticas familiares que no hacían falta y Chen no le pone la debida sensibilidad como para que nos llegue al alma en este largometraje que es el primer trabajo tras las cámaras en los Estados Unidos de la actriz Joan Chen, después de debutar con éxito en su país de origen con el drama 'Xiu Xiu' (1998).
Se trata de una historia romántica formalmente muy elegante que sigue, sin desviarse ni un milímetro, de los caminos más trillados del género, dejando todo el peso del film en los hombres de la pareja protagonista.
La cinta transcurre de forma plana, sin altibajos y sin emoción, de manera fría, hasta en la interpretación, más entonada en Winona Ryder que een Richard Gere.
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