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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando al cine del Oeste algunos ya lo han dado por muerto, es una auténtica delicia poder volver a ver un clásico como este con todo el derecho del mundo a figurar en la historia de oro de este género.
Se trata de un western crepuscular que marcó un hito por su tratamiento psicoanalítico.
En la ruta que va a tener el futuro ferrocarril, en los despoblados territorios del Oeste, una mujer tiene una casa de juego que es donde encajaría la futura estación, por lo que pretenden los potentados del pueblo que la desaloje.
En esos momentos un hombre regresa en busca de la mujer amada, un pistolero apodado Johnny Guitar que ha cambiado la pistola por la guitarra, de ahí su apodo, que ha decidido cambiar de vida, viaja hasta Arizona, para visitar esa casa de juego que regenta una mujer llamada Vienna, de la que en su día estuvo muy enamorado.
Pero al llegar su destino se ve envuelto en una serie de duros problemas a los que se tiene que enfrentar.
Tras ayudar al miembro herido de una banda, la propietaria del salón, una mujer de fuerte voluntad, es acusada injustamente de asesinato y del robo de un banco por lo que una muchedumbre dislocada está dispuesta a lincharla.
Ella le pide ayuda a ese antiguo amigo suyo, quien la defiende de las insidias y acosos de unos y el odio de la mujer que dirige una banda de forajidos con los que ella entuvo en connivencia en otros tiempos.
Es uno de los westerns más insólito y fascinante de la historia del cine, dirigido con inteligencia y sensibilidad por el gran Nicholas Ray, con un desenlace según los módulos clásicos que deja la justicia cumplida y en buen lugar a los buenos de esta historia.
El argumento tiene su interés, destacando la buena interpretación de sus personnajes centrales y la excelente fotografía de exteriores realzada por un color con tenalidades desiguales.
Tuvo un gran éxito de público pero fue atacado en su día y restituido por los críticos de Cahiers du Cinema, muchos de los cuales se convirtieron después en grandes directores que integraron la renovación del cine francés a través del movimiento que se conoció como la Nueva ola francesa; el tiempo, como a los buenos vinos, le ha dado el sello de calidad y se le ha reconocido su importancia en la historia del cine.
Un argumento sencillo extraido libremente de la novela de Roy Chanslor, pero analizado en profundidad que es más complejo de lo que parece a simple vista: una habitual pelea de buenos y malos, de dos grupos capitaneados por sendas mujeres, Vienna y Emma, ambas movidas por un sentimiento de amor y de odio, de una pasión oculta.
Hay también una historia de amor, el regreso de ese hombre que vuelve a los cinco años de su marcha y el reencuentro en un diálogo bellísimo, que se ha recogido en otras películas, como aquel que dice: "Dime una mentira, dime que me amas" o este otro "Miénteme, di que me has estado esperando todos estos años".
La complejidad está también en los personajes protagonistas y en su relación con los demás.
La brillantez de los diálogos, el inteligente tratamiento del color, la excelente música de la bella partitura compuesta por Victor Young y las admirables interpretaciones de Joan Crawford, Sterling Hayden y Mercedes McCambridge hacen de este extraordinario western uno de los más logrados en su género.
Una espléndida puesta en escena en el límite en que no se parece a ningún otro film.
Premio National Film Registry.
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