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CRITICA
Por: PACO CASADO
En el año 1880 el Gobierno de los Estados Unidos y los indios comanches, han establecido un período de paz.
Unos colonos, fronterizos de los indios comanches, intentan el rescate de sus familiares hechos prisioneros por los pieles rojas.
El Ejército de los Estados Unidos está bajo presión de los desesperados familiares que desean rescatar a los suyos.
Piden ayuda al comandante de la Caballería, pero éste no puede actuar directamente, pero les ofrece la ayuda de un sheriff próximo y envía a un oficial en su busca.
Un cínico comandante recibe el encargo de negociar la entrega de los prisioneros capturados y por cada rehén liberado recibirá un buena recompensa.
Cuando éste conoce la misión se niega, aunque acaba aceptando por dinero, pero advierte que los hijos de los colonos serán ya unos auténticos pieles rojas.
Aún así logra traer consigo a dos de los blancos cautivos, pero su integración en la sociedad resulta altamente problemática.
Un film del Oeste de John Ford siempre es una buena garantía, ya que el notable maestro fue un gran conocedor del género y de la historia de ese país que él, como irlandés, adoptó.
Ford analiza aquí la situación de los blancos que fueron retenidos por los indios y sus problemas de adaptación cuando regresaron a sus hogares, tal como había hecho en una sus obras maestras anteriores, Centauros del desierto (1956).
Es esta cinta una de sus obras más logradas e introduce en ella un elemento que cada día pesaría más en la forma de ver al indio en el cine, donde la opinión sobre ellos fue cambiando de ser los malos de la historia a hacerse una defensa a ultranza de esa raza, siempre perseguida y ultrajada, hasta considerarlo como un americano más.
Se les privó de su dignidad, les quitaron sus tierras, sus costumbres y les recluyeron en unas vergonzantes reservas.
Aquí unos colonos intentan rescatar a sus familiares prisioneros de los pieles rojas con la ayuda de un sheriff que en principio se niega pero termina comprendiendo bien el problema y haciéndolo suyo.
John Ford no quería rodarlo, pero lo hizo como favor al guionista Frank S. Nugent que adapta la novela de Will Cook Comanche Captives y porque ya estaban contratados Richard Widmark y James Stewart, que están excelentes en la memorable escena que mantienen ambos a la orilla del río.
La revista francesa Cahier du Cinema lo nominó entre los diez mejores films del año y también fue nominado James Stewart al premio Laurel de oro.
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