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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lo primero que habría que decir de esta película es que nada tiene que ver con el Chacal de 1973 que dirigió Fred Zinnemann y que ponía en imágenes la novela de Frederick Forsythe.
El propio director, ya fallecido, dijo que no quería tener nada que ver y en los mismos términos se manifestó el autor del texto literario.
Tal vez por ello lo que se ha tomado de base es el guion de aquel film, pero tan sólo en la idea del atentado a una de las figuras más representativas de la nación, americana en este caso, en lugar de al general De Gaulle como era en aquella.
Un mafioso soviético contrata a un asesino conocido como Chacal para que acabe con un alto funcionario del gobierno norteamericano.
El servicio secreto trata de evitarlo y contacta con las dos únicas personas que conocen el aspecto del enigmático criminal.
Mucho nos temíamos que ante las habilidades disfrazatorias del asesino, también aquí apodado Chacal, nos pudiéramos encontrar ante una nueva edición de la reciente y nefasta versión de El Santo que se nos ha ofrecido no hace mucho, ya que incluso comienza la acción también en Moscú.
La verdad es que después cambian bastante las cosas y que la cinta se convierte en un thriller de espionaje en el que la acción no tiene cabida hasta mediada la proyección.
El argumento, como suele ser frecuente en este tipo de películas es algo convencional, sobre todo en el uso de la tecnología punta y armas químicas para matar que emplea el protagonista así como de las acciones que lleva a cabo, pero no cabe duda que resulta entretenido.
Apenas si hay lugar para el duelo interpretativo que se pudiera establecer entre las dos figuras que encabezan el reparto, Bruce Willis y Richard Gere, porque coinciden en pocos momentos, saliendo al paso con corrección de sus respectivos papeles, secundados por el veterano Sidney Poitier junto a Diane Venora y Mathilda May.
Sin embargo, a pesar de este reparto lleno de estrellas, el film no ha sido bien acogido por parte de la crítica que le acusó de tener un guion absurdo.
El público americano le dio la espalda y la producción necesitó de los ingresos del resto de países para recuperar los 60 millones de su presupuesto.
Michael Caton-Jones se encarga de la puesta en escena y de mantener el ritmo adecuado para que el interés no decaiga en ningún momento.
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