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CRITICA
Por: PACO CASADO
'Gilda' (1946) pertenece a la rara categoría de películas inclasificables que han entrado en la mitología del cine norteamericano.
Johnny Farrell, un aventurero que vive de hacer tranpas en el juego llega a Buenos Aires en Argentina a finales de la Segunda Guerra Mundial en busca de trabajo.
Ballin Mundson, propietario de un casino, acaba asociándole a su negocio al convencerse de la habilidad y entereza con la que se mueve en el mundo de la ganacia fácil y de la fortuna apresurada, y lo hacew gerente del club nocturno.
El casino sólo es la tapadera de otras maniobras de más largo alcance.
Balin, casado con una hermosa mujer, Gilda, a la que más que enamorar ha comprado, acaba descubriendo que su esposa y Johnny Farrell se conocieron y tal vez se amaron en otro tiempo.
Farrell descubre sorprendido que la nueva esposa de Mundson es Gilda, su antigua amante.
Ella juega a la ambigüedad con ambos hombres hasta que Farrell descubre el verdadero negocio que se esconde tras el club.
En su argumento se mezclan el melodrama, el género negro, el espionaje y el exotismo de sus pretendidas localizaciones, en este caso en ese cabaret de Buenos Aires.
A pesar de esa improbable confusión de elementos fílmicos, 'Gilda' (1946) fue la revelación de la actriz como mujer fatal especialmente gracias a dos secuencias claves y consiguió el mayor éxito de su protagonista, la famosa Rita Hayworth.
Algunas de sus célebres escenas, como por ejemplo el pseudo strip-tease del guante que provocó el escándalo, sobre todo en nuestro país, mientras cantaba la canción Put the Blame on Mame o el bofetón que le da el actor Glenn Ford a su pelirroja oponente, han pasado por derecho propio a la pequeña gran historia del séptimo arte.
Tal fue el impacto de esta vampiresa, que la bomba atómica lanzada sobre el atolón de las Bikini llevaba un dibujo de ella.
La verdad es que el film fue realizada para lanzarla al estrellato, por eso cuando ya se había definido el vestuario todavía no estaban claros ni el guion ni el protagonista masculino.
Vista ahora con la perspectiva del tiempo transcurrido, estos asuntos que ocasionaron el escándalo han perdido toda peligrosidad y por otra parte se puede comprobar que no era una cinta de tanta calidad como se le presuponía, no más que la necesaria para un producto simplemente aceptable, con una buena fotografía de Rudolph Maté, que se convirtió posteriormente en un interesante director.
No obstante hay que admitir que jamás estuvo Rita Hayworth tan sensual y turbadora, ni el director Charles Vidor volvería a recuperar el pulso y la inspiración que hizo de 'Gilda' (1946) una película irrepetible e inolvidable, pero no magistral como algunos críticos aún la siguen considerando.
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