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CRITICA
Por: PACO CASADO
Después de pasar por una docena de festivales llega a la sección oficial a concurso del Festival de cine europeo de Sevilla, 'Pity'.
Cuenta la extraña historia de un acaudalado abogado de 45 años cuya esposa se encuentra internada en un hospital al haber sido víctima de un accidente y se halla en coma.
Su esposo la visita a diario, pero se siente desconsolado cuando se levanta por las mañanas y llora, al verse solo sin ella, con la única compañía de su hijo adolescente.
Pero al parecer eso le hace feliz, porque es un adicto a las mieles del sufrimiento y las condolencias, a estar triste, algo que refiere al dueño de la lavandería, que le pregunta a diario por ella, cuando va a recoger la ropa, que le desea mejoría para su mujer o con la vecina que le suele regalar cada día un bizcocho de naranja, para consolarlo, y que se le haga más dulce y llevadera su desolación.
Él parece que se siente necesitado de que todos los que le rodean lo compadezcan y está dispuesto a que la situación se prolongue, ya que le gusta.
Cuando su mujer finalmente sale de la estancia en el hospital en que se encontraba, su marido prolonga de forma ficticia la situación todo lo que puede, capaz de hacer cualquier cosa para seguir siendo feliz en ese estado de ánimo.
Así se monta su propia rutina melancólica, cómodamente instalada en la tristeza, en la que se siente cómodo, algo que se ha convertido en una adicción, en la que halla más satisfacción que la que le proporciona su propio trabajo, gracias al cual lo tiene todo, una buena casa en la que vive cómodamente, pero no es feliz con ello, únicamente siendo desgraciado y compadecido.
El guion de esta comedia negra, cocinada con los más selectos ingredientes del cine griego, escrito por el propio director en compañía de Efthimis Filippou, guionista de títulos conocidos como 'Canino' (2009), 'Langosta' (2015) o 'El sacrificio de un ciervo sagrado' (2017), nos plantea de forma lineal esta absurda historia en la que el protagonista está cómo hasta que la situación se deshace y ha de buscar un nuevo motivo para volver a sentirse feliz y contento en su melancolía, en ese destino que se ha creado y autoimpuesto.
Yannis Drakopoulos encarna, al infeliz pero contento abogado, de forma hierática, siempre con el mismo rostro que no mueve un solo músculo, como si tuviera parálisis facial, con una interpretación austera, algo que también sucede con el resto de los actores del reparto.
En la banda sonora juega con la música al contraste con las imágenes, que gozan de una perfecta fotografía.
Se trata del segundo largometraje del director griego Babis Makridis que lleva la historia de forma mecánica sin muchos alardes técnicos.
Duke de oro en la competición internacional y mejor director en el Festival de Odessa. Premio de la crítica en el Festival de Luxemburgo.
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