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CRITICA
Por: PACO CASADO
Stufffy y Tony tratan de conseguir enfermos para el hospital para el que trabajan.
Su jefe es el doctor Hackenbush, quien en realidad no es más que un veterinario.
La paciente estrella es la hipocondríaca Emily Upjohn quien cubre gran parte de las facturas.
Pero el hospital peligra por las deudas que ha contraído por lo que el inversor Morgan quiere convertirlo en un casino que será más rentable y deciden jugárselo todo apostando en las carreras de caballos.
Séptima película de los hermanos Marx y la segunda que rodaron para la M.G.M. a manos de Sam Wood y del productor Irving Thalberg.
Los guonistas fueron Robert Pirosh y George Oppenheimer.
El humor anárquico y disparatado convierten a este film en una de las grandes comedias norteamericanas.
De nuevo como en su anterior título 'Una noche en la ópera' (1935), la cinta conjuga el humor con el género musical y el romanticismo.
Fue un gran éxito de taquilla en su momento con gags delirantes como el reconocimiento del mal que padece Margaret Dumont cuando otro médico intenta demostrar que no sufre ninguna enfermedad.
Desde niños conocíamos a los famosos hermanos Marx, sobre todo a Groucho, con su puro, su bigote y sus gafas al que todos tratan de imitar.
Más tarde supimos de Carlos Marx, pero este serio apellido siempre nos quedó asociado a la risa, las carcajadas y la alegría inolvidable de estos queridos hermanos.
Gracias a la labor de difusión de las cadenas televisivas, las nuevas generaciones han podido conocer, y las antiguas revisar, sus películas.
'Una noche en la ópera' (1935) nos parece una obra maestra del humor; espléndida 'Los hermanos Marx en el Oeste' (1940) al igual que 'Una noche en Casablanca' (1946).
'Un día en las carreras' (1937) no es tan redonda como las anteriores, aunque sí mejor que esta última.
Los gags quedan a veces un tanto dispersos y el ensamblaje musical, habitual en ellos, no es tan perfecto, pero sigue siendo muy válido.
De todos modos tiene trozos exquisitos, como el de la llamada por conferencia telefónica, el reconocimiento médico y el número musical de los negros.
Sorprende la frescura, el ritmo, el montaje, la agilidad de su humor bonachón y optimista, rematado con la apoteosis final, todo un prodigio de cine cómico.
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