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CRITICA
Por: PACO CASADO
El invento del sistema de filmación y proyección del CinemaScope estaba aún reciente y con esas cámaras se filmó este western.
En el año 1870, una caravana de colonos intenta llegar hasta las tierras de Oregón, tiene que detenerse en un pequeño puesto fronterizo, al no estar autorizada para atravesar el territorio de los indios Sioux.
Desde el fuerte Laramie envían a Johnny Hawks, un ex luchador contra los indios, que regresa tras la Guerra Civil, un viejo conocido de la tribu del jefe Nube Roja, con el que está en muy buenas relaciones cuya bella hija, a la que él recordaba como una niña, se ha convertido en una hermosa mujer.
Su tribu puede entrar en guerra si los blancos descubren el oro que se oculta en su territorio.
Los soldados del fuerte necesitan un acuerdo de paz para que las caravanas que van hacia el Oeste puedan viajar seguras.
Johnny consigue el pacto y se ofrece a conducir la primera caravana que saldrá hacia Oregón.
El principal peligro se encuentra en la ambición de los hombres enterados de que en algún lugar del territorio indio hay un fabuloso yacimiento de oro.
Surgen ante el espectador las galopadas indias, el asedio al fuerte, las luchas cuerpo a cuerpo y el amor entre un blanco y una india, todo ello enmarcado en los bellos paisajes de Oregón realzados por la ancha pantalla y un technicolor de muy buena calidad.
Hoy día se nota en ella el paso del tiempo en muchos aspectos, comenzando por las jovencísimas caras de los actores, caso del veterano Kirk Douglas en esos momentos en su salsa, junto a veteranos como Walter Matthau en un insinuante malvado y la introducción por primera vez de la siempre encantadora Elsa Martinelli en el cine de Hollywood.
El propio argumento de Robert L. Richards era ingenuo y limpio a pesar de la escena del baño en el río de la protagonista que tal vez fuera suprimido cuando se pasó por primera vez en nuestro país.
Aún así queda una película que es una muestra de un cine que ya se perdió, de la lucha entre indios y blancos, con su diferencia clara y simplista entre buenos y malos, con el clásico fuerte atacado por los salvajes y su salvación en el último minuto, tras el sacrificio del héroe al que tenían por un cobarde.
Todos los tópicos de un cine, de una época y de un género, se dan aquí, en este agradable western realizado por un director habitual del género western como es el cineasta de origen húngaro afincado en el cine norteamericano André de Toth, con algunos baches en la narración, cuando decae la acción.
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