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CRITICA
Por: PACO CASADO
Esta es la cuarta película que tiene como protagonista al personaje de Harry Callahan respetando esta vez el título original con el nombre de 'Impacto súbito' (1983) en la que se da la circunstancia que al igual que las anteriores interpretada por Clint Eastwood, pero esta vez se dirige a sí mismo y también está producida por él, siendo la primera de esta serie en la que asuma las tras funciones de productor, director y protagonista, aunque como director ya había realizado anteriormente ocho.
La cinta sigue las mismas características que las anteriores de esta serie, en las que los métodos utilizado por el experimentado detective Harry Callahan famoso por sus drásticos métodos que no son todo lo ortodoxos que marca la ley pero indudablemente son eficaces, aunque lo que hace parezca que es aplicar su propia justicia particular, lo que molesta a determinados dirigentes de la ciudad de San Francisco y lo mandan a investigar el caso de un maníaco asesino.
El agente tiene que desplazarse a San Pablo, pequeño poblado situado al norte de California, para investigar la muerte de unos hombres con disparos en la frente y en los genitales.
Al decir que continúan las mismas características ya se pueden imaginar que nos referimos a que sigue la violencia y los muertos parece que buscan al protagonista, ya que en las dos horas se entrecruzan varios casos con el principal por lo que se origina a un cadáver cada diez minutos aproximadamente.
El film mantiene el interés del espectador con constantes pequeñas curvas de subida de tensión, según las circunstancia cosa que hay que agradecer al guion del novato Joseph C. Stinson, que es el primer que escribe para la pantalla, pero está mal contado por Clint Eastwood que en lo interpretativo vuelve a repetir el ierático personaje impasivo e impertérrito que suele ser Harry, rodeado de enemigos por todas partes y como único amigo su revolver Magnum 44 que ya dio título original a una de las películas de esta serie, en esta ocasión acompañado de un dogo que le ayuda a resolver uno de los casos.
Lalo Schifrin pone la música adecuada a esta clase de films y la adorna esta vez con la guinda final de una bonita canción que interpreta Roberta Flack para los crédito finales.
La fotografía de Bruce Surtees resulta algo oscura, a pesar de ser un buen fotógrafo que ya estuvo una vez nominado al Oscar.
Realizada siete años después de la última secuela, supuso un reencuentro con un Callahan más maduro y una interpretación más violenta en cuanto a la acción.
De hecho fue el título más taquillero de la saga.
También fue la última colaboración de Clint Eastwood con su compañera sentimental Sonda Locke ya que terminarían poco tiempo después.
El film sigue las mismas características que los anteriores, en los que los métodos utilizados no son todo lo ortodoxos que marca la ley, pero indudablemente eficaces, aunque parezca que aplica su justicia particular, lo que molesta a determinados estamentos dirigentes de la ciudad de San Francisco y lo envían fuera con la excusa de investigar el caso de un maníaco asesino.
Sigue por tanto la violencia y los muertos parece que buscan al policía, ya que en las dos horas, se entrecruza varios casos con el principal, lo que origina casi un muerto cada diez minutos. La cinta mantiene el interés con algunas pequeñas curvas de subida de tensión lo que hay que agradecer al guion del novato Joseph C. Stinson.
Lalo Schifrin es el encargado de poner la música adecuada con una bonita canción de Roberta Flack para los créditos finales. Bruce Surtees obtiene una fotografía algo oscura.
Como curiosidad fue en esta cinta donde el personaje pronunció su célebre frase "Alégrame el día", votada por el instituto del cine estadounidense como una de las más famosas de la historia del séptimo arte.
En definitiva un film comercial, violento, que no en vano está resultando ser muy rentable en la taquilla norteamericana y que posiblemente también lo será aquí a juzgar por los seguidores que tiene este personajes y por los resultados de las cintas anteriores.
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