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CRITICA
Por: PACO CASADO
No es la primera vez que la contemplación de un viejo film inspira a un realizador para hacer una nueva versión ya que le encuentra posibilidades, actualizándolo e incluso intentando la aventura de mejorarlo.
Esto fue lo que le ocurrió a Peter Hyams cuando un día vio en su televisor una vieja película de serie B, The narrow margin, de la RKO realizada en 1952 por Richard Fleischer y protagonizada por Charles McGraw y Marie Windsor, que es de las menos conocidas de este director, pero de las más logradas.
La cinta cuenta la aventura de Robert Caufield, un fiscal del distrito de Los Angeles, para hacer que declare Hunnicut, una mujer que ha sido testigo accidental de un crimen, realizado por una poderosa banda de mafiosos contra un jefe del hampa.
Para ello ha de ir por ella a una cabaña en la frontera con Canadá y evitar que la asesinen para silenciarla.
Perseguidos por asesinos a sueldo, letrado y testigo conseguirán subirse a un tren donde iniciarán un mortal juego del gato y el ratón con sus perseguidores.
Tras el prólogo, en el que la protagonista presencia el asesinato, el resto se desarrolla prácticamente en un tren en marcha, lo que supone casi una jaula sin salida para la pareja, perseguida por dos gángsteres armados.
Han de recurrir necesariamente a la astucia y la inteligencia para poder salir de allí, deshacerse de sus enemigos y llegar con vida para poder declarar en el juicio.
Esta nueva versión quizás no aporte muchas novedades con respecto a la original, pero mantiene con suma eficacia los parámetros clásicos del thriller.
Peter Hyams ha modificado la identidad de algunos personajes y ha variado algunos episodios accidentales desarrollando un guion de gran coherencia narrativa en un proceso lógico y sin fisuras ni desviaciones.
Lo mismo ocurre con la realización, que no abusa de efectismos y las situaciones extremas a las que recurre, como las escenas en el techo del tren, haciendo que puedan ser creíbles.
De esta manera construye una cinta a la vieja usanza del cine negro clásico, con su consiguiente suspense y apoyándose fundamentalmente en un buen trabajo de los dos principales actores, Gene Hackman, con su maestría habitual, se encargó de encarnar al maduro fiscal obligado a enfrentarse a varios asesinos, secundado por Anne Archer, en los que recae prácticamente todo el peso del film.
Posee una bien matizada fotografía de la que también es responsable Peter Hyams, como es habitual en él, y una música adecuada de Bruce Broughton, que fue nominada a los premios de la IFMCA, para este notable thriller.
En cualquier caso, responde a una concepción clásica del cine de persecuciones y aventuras que de una u otra manera ha contado tantas veces una historia parecida y en un escenario cerrado y tan cinematográfico como es un tren en marcha.
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