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CRITICA
Por: PACO CASADO
Lo que podía haber sido un precioso cuento infantil lleno de poesía y ternura, le ha servido a Bigas Luna para completar su trilogía alimentaria constituida por los dos títulos anteriores 'Jamón, jamón' (1992) y 'Huevos de oro' (1993), pero dándole el consabido tono que posee siempre todo su cine.
Es la historia de Tete, un niño que a la llegada de su nuevo hermanito se ve desplazado y pierde la egemonía sobre el pecho de su madre, que ahora sirve para alimentar al recién llegado, sintiéndose celoso.
Por ello enamorado de la teta busca otra que encuentra en la de una bailarina que llega al camping cercano a su casa, de la que a su vez se enamora un joven electricista que la complace sexualmente y cantándole flamenco, ya que su marido queda cansado tras el espectáculo y por que es mayor que ella.
Eliminado el pequeño que creer volver a encontrar la teta de su madre, todo queda en un consentido triángulo.
Pensarse que Bigas Luna iba a hacer otra cosa con ese material sería como querer alcanzar la luna del título con la mano. Aprovecha una vez más para introducir sus fuertes escenas eróticas, la escatología a través de las ventosidades del marido de la bailarina y de paso hacer una crítica, un canto según él, al nacionalismo y a las costumbres de su país, mientras ridiculiza las tradiciones españolas o bromea con el flamenco. Se esconde esta vez tras la narración en off de un niño de nueve años, al que se le perdona la visión que nos da por su corta edad.
Otras veces recurre al surrealismo, como si de Luis Buñuel se tratara.
El niño ve a su hermanito convertido en un cerdito en la cuna, por ejemplo.
Otras en cambio tiene claras influencias felinianas, en la utilización del circo, en lo esperpéntico del espectáculo de ventosidades del marido de la bailarina, todo un sentido feliniano de la vida de esta pareja.
De una forma o de otra esta nos parece la más dulce de la trilogía y hubiera sido realmente deliciosa si se eliminaran algunas de estas cosas, pero claro, ya no sería un film de Bigas Luna.
Nos llama la atención que se llevara el Premio Osella de Oro al mejor guion en el pasado Festival de Venecia cuando no nos parece lo mejor de la misma, ya que la anécdota es corta, tal vez para un corto, y se alarga a base de acumular situaciones repetidas, mezclando el surrealismo con la poesía, la imaginación con la escatología y todo no muy bien ordenado.
El irregular Bigas Luna es capaz en su cine de lo mejor y de lo peor a un tiempo en una misma película.
Premio del jurado joven al mejor film en el Festival de Mons. Osella de oro al guion en Venecia.
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