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CRITICA
Por: PACO CASADO
Cuando John C. Reilly y su esposa leyeron el estupendo libro de Patrick de Witt, publicado en 2011, les encantó, compraron los derechos y en el festival de Toronto, en Canadá, conocieron al cineasta francés Jacques Audiard, hijo del guionista Michael Audiard, que no estaba de acuerdo con el cine que escribía su padre, cuyas producciones les gustaban mucho, y les ofrecieron dirigirla.
En 1850 durante la fiebre del oro Charlie y Eli Sisters, dos pistoleros, asesinos a sueldo, que tienen las manos manchadas de sangre, que viven en un mundo salvaje, son contratados por El Comodoro para matar a Herman Kermit Warm, un químico buscador de oro, y hacerse con la fórmula que éste emplea para la búsqueda más fácil del preciado metal, que viaja en compañía del detective John Morris, que sueña con la utopía de una democracia en una tierra por conquistar, siguiendo el modelo europeo, que permita crear un hogar y vivir en paz y libertad.
El encargo llevará a los dos hermanos a través de las montañas de Oregón a California en un viaje iniciático que pondrá a prueba el vínculo entre ellos, que emprenden así una aventura por el Oeste salvaje en la que Eli, hará lo imposible por redimirse de su pasado, mientras que Charlie se emborracha constantemente.
Aunque daría todo por su hermano, el introspectivo Eli sueña con poder llevar una vida normal, montar una tienda y abandonar la violencia.
Esta producción dirigida por el francés Jacques Audiard es su primera en inglés, y está basada en la novela del escritor canadiense Patrick de Witt que ha adaptado junto con su guionista habitual el galo Thomas Bidegain.
A lo largo de la trama se entrelazan diversas historias hasta llegar al final y mientras tanto los personajes tienen ocasión de conocerse mejor, entre ellos los dos hermanos Sisters y los otros dos protagonistas pudiendo ver lo que cuesta cambiar.
Este film es el primer western que rueda Audiard ya que es un género que pocas veces se hace en el cine francés, y el director le da la vuelta a ese personaje del pistolero representado en estos dos hermanos.
Es como un cuento de niños, en este caso con vaqueros de 40 años, rodado en Almería, Navarra, Aragón y Rumania, pero nadie lo diría, con esa violencia propia del Oeste en una historia salvaje y unos personajes que van cambiando poco a poco.
Tal vez porque el género está en decadencia y apenas se produce, cuando nos llega una película bien hecha como ésta se disfruta mucho más.
Jacques Audiard fue el ganador de la Palma de oro por Dheepan (2015) y del gran premio del jurado por Un profeta (2009) en el Festival de cine de Cannes.
Este octavo título de su filmografía y primero de encargo que acepta, es el más vitalista de los suyos, en el que los personajes no sólo persiguen la riqueza, sino también la idea utópica del final de un mundo y el comienzo de otro, tema que no ha sido tocado por el western.
La mezcla de los dos pistoleros con un detective humanista es el punto de partida que el director parisino hace que cambie el género, aunque siga existiendo la violencia y la ambición por el oro, que queda en un segundo plano, como medio y no como fin, en una historia en la que no faltan la relaciones fraternales entre los dos hermanos mostradas mediante profundos diálogos a través de los cuales conocemos el pasado de ambos.
Mientras que uno de los hermanos piensa en retirarse, Morris afirma que nunca se sintió más libre en plena naturaleza lejos de la civilización.
Es interesante la evolución que van sufriendo los personajes y la humanidad de sus acciones en un nuevo mundo lleno de incertidumbres y a la vez de posibilidades.
Habla de temas como la fraternidad, la amistad, la avaricia, la familia y cosas más importantes y lo hace respetando el género western, pero metiendo costumbres no habituales en el mismo, como cepillarse los dientes o el adelanto del agua corriente en el baño, entrando así en un mundo desconocido para ellos.
Audiard pone cariño en las dos historia que transcurren de forma paralela, con ese amor entre los dos hermanos, que aunque se peleen se necesitan el uno al otro constantemente y la del detective con el químico que ha inventado una fórmula que puede dar mucho dinero o un sueño utópico para mejorar el mundo.
La cinta desborda humanidad y a la vez crueldad sin traicionar al western, y pone en evidencia el precio que se paga por cosas como la codicia o la avaricia.
Un buen trabajo de los tres actores principales, John C. Reilly, Joaquin Phoenix y Jake Gyllenhaal, bien arropados por la fotografía de Benoît Debie, el vestuario de Milena Canonero y la música de Alexandre Desplat.
Premio al mejor director en la Mostra de cine de Venecia. Cuatro César: director, fotografía, producción y sonido. Tres Lumiere: Película, director y fotografía. Premio Louis Delluc al mejor film. Premio de los críticos de San Diego a John C. Reilly.
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