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CRITICA
Por: PACO CASADO
Al cine americano le ha dado por hacer películas deportivas que a nadie interesan y encima malas.
En esta ocasión no se trata de baloncesto o del fútbol americano, sino de algo más minoritario como es la lucha libre que, por lo que se deja entrever, es todo un fraude de componendas para poner o quitar a un campeón, según interese para las apuestas, en un deporte que mueve cifras millonarias.
vvAsí uno de esos ídolos en posesión del título lo pierde por el capricho del promotor correspondiente.
Dos forofos se empeñan en ayudarle a recuperarlo y abandonarán todo para buscarle un entrenador que lo vuelva a poner en su sitio.
Todo en este deporte de atletas enmascarados puestos de acuerdo para amañar los enfrentamientos, nos parece una máscara, y nunca mejor dicho.
Brian Robbins, que hizo un film bastante digno con Juego de campeones (1999), sobre el tema del fútbol americano, hace en esta ocasión una gamberrada fílmica con dos payaso como principales protagonistas que más les valdría que fueran a una escuela de interpretación o que aprendieran de su hermano y su padre respectivamente.
Todo en esta cinta provoca auténtica perplejidad, dando pena ver a un actor de la categoría del oscarizado Martin Landau metido en un fregado semejante.
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