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CRITICA
Por: PACO CASADO
Uwe Boll es un director alemán con casi dos docenas de películas, muchas de ellas adaptaciones de viodeojuegos de acción y terror, como Alone in the dark (2005).
En esta ocasión se basa en el popular videojuego Dungeon Siege.
Si en las anteriores veces ha tenido presupuestos exiguos, en este caso ha contado con el mayor de que ha dispuesto hasta ahora para hacer su producción más ambiciosa, con un reparto de actores internacional.
Cuenta una historia situada en la Edad Media en un lugar indefinido lleno de magia y bellos escenarios.
Allí vive Farmer (Granjero) un modesto agricultor, de origen humilde, con su esposa Solana y su hijo pequeño Zeph.
Cuando la granja es asaltada por los krugs, una raza de guerrilleros animales comandados por el malvado mago Gallian, matan a su familia y secuestran a su esposa, decide ponerse al servicio del rey para llevar a cabo su venganza.
Desde la humildad consigue llega a convertirse en un heroico y valeroso príncipe que tendrá que salvar a su reino de un oscuro y tenebroso final.
Esta producción constituye una nueva muestra de la complicada relación que existe entre el ocio electrónico y el cine.
A pesar de lo cuidado que se ha querido hacer la producción y de no sujetarse estrictamente a la traslación del videojuego a la pantalla, aportando nuevos personajes y cambiando pasajes del mismo, se incurre en anacronismos como la aparición de ninjas o el uso del boomerang por parte del protagonista, así como la presencia de unos magos que son capaces de traspasar los muros con su magia y otras lindezas semejantes.
Con el afán de hacerla más espectacular se enlazan las batallas, todas parecidas y a cual más larga, lo que pesa en el ánimo del espectador a pesar de los bellos escenarios elegidos y la larga partitura musical que acompaña a las imágenes.
Los diálogos son bastante vulgares y no abusa de los efectos especiales pero todo suena a ya visto en producciones anteriores de este corte y mejor hechas que esta mezcla de aventuras medievales y fantasía, con personajes que luchan por su honor, su orgullo y el amor a la familia, aunque todo ello desemboque en un final feliz totalmente predecible.
El responsable de este engendro es el realizador alemán Uwe Boll, considerado por algunos como el nuevo Ed Wood, el peor director de todos los tiempos, que ofrece aquí mediocres secuencias de acción al ritmo de heavy metal alemán y un guion sin ningún sentido.
Los actores están mal dirigidos y no es extraño que se hiciera acreedora la cinta a varias nominaciones a los Razzies y ganó el de director. Premio especial Hessian. Premio Leo al vestuario y a la producción.
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