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CRITICA
Por: PACO CASADO
Hay algunas películas que pertenecen a un género de lo menos productivo comercialmente, ya que se dedican al tema del absurdo, en cuyo argumento, si es que existe, no tiene pies ni cabeza, por más vueltas de se le dé.
Algunas de esta clase pueden tener un significado político o algún aspecto de crítica, pero otras, y es el caso de esta que comentamos, no se lo encontramos por ningún lado, o será que nos estamos haciendo cada vez más mayores y no acabamos de dar con la tecla, por lo que se lo dejamos para los espectadores jóvenes, atrevidos y valientes que tengan el valor de meterse en este laberinto, nunca mejor dicho.
No obstante trataremos de darles una pista para que sepan por donde van los tiros.
Una joven pareja, compuesta por Tom y Gemma, son novios y busca el hogar perfecto y tras visitar una agencia inmobiliaria que se dedica a alquilar y vender casas, Martin, el extraño empleado agente de ventas que les atiende, los lleva a visitar una de ellas a la urbanización Yonder, para ver si les gusta.
En esa barriada inmensa, todas las casas son iguales, tienen dos pisos, están pintadas de verde, con su patio trasero y una entrada cubierta de césped.
Tras visitar la vivienda al salir se dan cuenta de que el empleado de la agencia ha desaparecido sin decir adiós.
Por su cuenta se marchan, dejan la puerta abierta, toman su coche y tratan de salir de la barriada, pero por más que intentan buscar la salida, siempre vuelven al mismo sitio, a la casa número 9, por lo que se encuentran atrapados en un misterioso vecindario de casas que son todas idénticas, deshabitadas, que parece un auténtico y diabólico laberinto, además de que el coche se ha quedado sin gasolina de tanto dar vueltas.
Tratan no obstante de salir andando, pero se les hace de noche y no han dado con la salida, por lo que quedan atrapados en una pesadilla surrealista.
Lo que viene a continuación es un argumento totalmente absurdo, nada tiene que ver con la realidad, en el que de buenas a primeras aparece una caja con un bebé dentro, otro día con comida y de buenas a primeras el niño ya ha crecido y berrea como un berraco cuando quiere algo.
Un día Tom tira la colilla del cigarrillo en el césped y descubre que debajo hay tierra y empieza a escarbar sin mucho sentido en lo que ocupa todos los días.
Podríamos seguir mencionando algunas cosas más pero caeríamos en hacer spoiler quitándole así el mínimo interés, si es que alguno tiene, como no sea la vulgaridad de una vida anodina y sin sentido en la que cada día se repite igual al siguiente y así hasta la muerte en una especie de pesadilla kafkiana.
Imogen Poots y Jesse Eisenberg, sobre los que recae el mayor peso de la interpretación, le han echado valor al ser ellos mismos los productores de esta historia ideada por Garret Shanley y el irlandés Lorcan Finnegan, director este último que se ha encargado de poner en pie este tinglado, que es el segundo largometraje que realiza tras debutar con Without name (2016), que se estrenó en España, pero no tuvimos oportunidad de verlo.
A la vista de éste no nos extraña que haya tardado tres años en hacer el siguiente y suerte ha tenido de lograrlo.
Premio Gran Foundation for Distribution en el Festival de cine de Cannes. Premio mejor actriz a Imogen Poots en el Festival de cine de Sitges.
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