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CRITICA
Por: PACO CASADO
Dick Powell, el antiguo actor de comedias musicales, en vista de que declinaba su estrella, se decidió, llevado por su enorme afición al cine, por dedicarse a la dirección, al igual que otros actores lo hicieron antes, como Ray Milland, Karl Malden, etc.
Aunque ya había hecho Fracción de segundo (1953) para este segundo largometraje eligió un tema tan espectacular como las luchas por la hegemonía del desierto de Gobi entre las tribus tártaras.
El jefe mongol Temujin, señor de la guerra de Mongolia, lucha contra los ejércitos tártaros de la tribu que mató a su padre y de paso también conquistar el amor de la escurridiza princesa tártara Bortai, que apresó en una redada, y así se convirtió en el famoso Gengis Khan, nombre por el que es más conocido.
La película adapta con ciertas licencias la biografía de este personaje histórico.
Para ello Dick Powell cogió sus cámaras, contrató a unos buenos actores y se dispuso a rodar, cuando era el mes de marzo de 1954 en el desierto de Utah.
'El conquistador', esta es la traducción del título original, terminó siendo un film de aventuras en el que se ha cuidado al máximo su aspecto espectacular, sin darle apenas importancia a su argumento, que está basado únicamente en pequeñas anécdotas que sólo tienen como motivo la hilazón y el sostén para las batallas y el pleno lucimiento del CinemaScope.
El argumento, con poca consistencia, llega en ocasiones a cansar, ya que todo lo que se nos va narrando se da por sabido desde las primeras imágenes y el desenlace se adivina de antemano cual va a ser.
En el otro aspecto de la cinta, en lo que tiene de puro espectáculo, podemos decir, que ha sido conseguido, ya que las escenas de batallas están realizadas con gran realismo y con un pleno dominio de la técnica, con un montaje de planos cortos que dan una gran sensación de verosimilitud.
En el campo interpretativo todos cumplen con sus cometidos con corrección ya que los distintos papeles no ofrecían dificultades, con John Wayne en un personaje histórico lejos de su eterno papel de rudo vaquero.
La fotografía de Joseph La Selle es muy buena, con un buen uso de la pantalla ancha de manera funcional pero menos logrado el color, y la música de Victor Young muy adecuada al tema.
En definitiva una película entretenida con algunas virtudes técnicas aunque también con indudables fallos en otros aspectos, que hace no obstante pasar un rato divertido logrando su propósito que no era otro.
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