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CRITICA
Por: PACO CASADO
Es frecuente que un actor cuando ya ha adquirido una notable experiencia como tal, sienta la curiosidad de asomarse al terrero de la dirección, lo que suele venir acompañado por el hecho de arriesgar el propio dinero o llevar a cabo la experiencia con su productora.
Algo de esto ocurre en 'Infierno de cobardes' (1972) de Clint Eastwood, actor norteamericano que tras interpretar algunos papeles sin relieve en series de televisión y films en su país, consiguió la fama en Europa haciendo de un tipo duro del Oeste y al volver ésto le situó entre los más cotizados de los Estados Unidos.
Un forastero llega a un pequeño pueblo situado en pleno desierto en el que sus habitantes tienen miedo ya que tres hombres quieren matarle, pero sale ileso y decide quedarse, pero un día llegan unos forajidos con ganas de venganza y el pueblo decide comprar sus servicios para que los defienda y entonces él aprovecha su situación de privilegio para humillarlos y chantajearles.
Tras fundar su propia productora, la Malpaso, realizó su primera experiencia tras las cámaras con Escalofrío en la noche (1971), y ahora nos llega anticipándose a aquella, su segundo título como director e intérprete al mismo tiempo.
De momento no conocemos su primera experiencia tras la cámara pero sí podemos decir por ésta segunda que Clint Eastwood no hace más que exponer lo que ha aprendido, un poco de todos los directores con los que ha trabajado, y sus influencias se notan en esta cinta, sobre todo del director italiano Sergio Leone, de quien ha tomado el ritmo de la narración, que se desarrolla con una gran parsimonia, mascándose la acción, aunque no por ello esté falto de interés y de emoción, puesto que cada paso que da el protagonista, Eastwood, en este caso, nos depara una nueva sorpresa.
De aquellas míticas películas recoge elementos como la desaforada violencia, los toques de humor y el prototípico personaje como pistolero sin nombre, que parece que ha salido del mismísimo infierno, que se permite fustigar a los acobardados habitantes de este pueblo del Oeste.
En este film cuenta, una vez más, una historia de venganza, llevada a cabo con un ritmo cansino y lento que los espectadores asiduos a esta clase de western soportan porque están habituados al ver los productos del maestro de este género Sergio Leone.
En este sentido Eastwood ha salido un discípulo aventajado que se ha aprendido pronto la lección y es capaz de repetirla en este segundo intento como director y primero en el género western, en el que como intérprete no hace más que repetir el mismo papel que ha hecho hasta ahora.
El realizador e intérprete parece estar agradecido al género del Oeste que primero le dio la fama y posteriormente la oportunidad de dirigir, ya que su western es de corte muy similar a los que interpretó en la vieja Europa y que como aquellos no está exento de violencia, con abundantes muertes y con la exposición desgarrada y cruel que es norma en el cine que se hace actualmente en el mundo entero.
En esta línea cumple como director y protagonista, bien seguido por le resto del reparto, con una correcta fotografía del veterano Bruce Surtees y música muy propia de este género.
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